No son muy conocidas por el gran público las circunstancias de la rendición de Valencia a Jaime I, quien, como hacía Zaen o Zeyan, rey moro de Valencia, jugó durante semanas a ganar tiempo. El primero, porque esperaba refuerzos de Aragón y el segundo a que desembarcara en el Grao la escuadra del rey de Túnez, la cual no se atrevió a aportar en Valencia y marchó a Peñíscola, para desde allí marchar sobre Valencia. Les fue frustrado el proyecto, pues las tropas cristianas allí acantonadas los afrentaron.

Ambos monarcas se pusieron a negociar a mediados de septiembre viendo la situación del asedio estancada. Hicieron unas bases secretas del pacto entre ambos. El aragonés buscaba la discreción, pues los nobles que le acompañaban querían entrar a saco en la ciudad, sin contemplaciones, ni negociaciones. Una embajada mora salió de la ciudad y se dirigió solemnemente a la tienda del rey cristiano a firmar las capitulaciones, surgieron cuestiones de última hora, Jaime I atornilló más el acuerdo y los muslimes se regresaron a la ciudad sin ningún acuerdo. Tres días después volvieron y firmaron el pacto.

La Reina, su esposa, estuvo presente en las negociaciones, a petición de Jaime I. Una de las condiciones que puso Ben Zayen es que “els sarrains e les sarraynes” pudieran salir de la ciudad con todas sus pertenencias, sin ser molestados ni registrados, y circular libremente hacia “Cuylera”, territorio aún musulmán. A lo cual accedió el rey, una vez consultada la Reina, que en este asunto tuvo un papel fundamental. Perfiladas las bases, Zeyan siguió en su estrategia de ganar tiempo, por si acaso, pidió un plazo de diez días , para salir, a lo que el cristiano se negó, y sólo accedió a concederle un plazo de cinco días.

Nostra era Valencia”

El 26 de septiembre, Zayyán Ibn Mardanish ordenó izar el Senyal Reial de Jaime I en la torre del Temple, “per tal que sabessen los christians que nostra era Valencia”. La crónica real del monarca aragonés todos los historiadores que la siguen muy complacidos hablan del gran favor que se hizo a los muslimes dejándoles salir libremente de la ciudad, salvos y seguros, con sus enseres, ropas y hasta muebles, cuando en realidad se les estaba expulsando forzadamente y arrebatándoles todas sus propiedades. Les garantizó una tregua de siete años de no agresión, que no cumplió. Estaba claro que en este caso la historia la escribía el vencedor.

Aunque la entrada oficial y solemne, gloriosa, de Jaime I consta que la hizo el 9 de octubre, parece que inmediatamente se firmó, penetró en la urbe y la recorrió, fijándose en los lugares de mayor interés para repartir el botín entre los nobles y obispos que le acompañaban con sus respectivas tropas. Las crónicas de los perdedores cuando relatan la personalidad de Jaime I le apodan El Tirano.

Jaime I permaneció en la recién reconquistada Valencia hasta el mes de marzo de 1239, después se dedicó a ir sofocando guerras de guerrillas que por todos sus territorios planteaba los moros y a apoderarse de castillos estratégicos que aún restaban en sus manos como el de Bairén, Xàtiva o Biar. También hubo de sofocar levantamientos de los sarracenos que se habían quedado a vivir en las morerías de los pueblos de las distintas comarcas, especialmente en las sierras como la de Aitana o Espadán, éstos apoyados por tropas musulmanas venidas del sur peninsular o norte de Africa.

Promesa hecha en la catedral

No cejaron en su empeño de recuperar lo que se les había arrebatado y esperaron el envejecimiento, enfermedad y muerte de Jaime I en Alzira. El monarca antes de fallecer encareció a su hijo, el Infante don Pedro, vistas las circunstancias que expulsara -“Infans Petrus prorsus ejiciat Sarracenos de regno Valencia”- a todos los muslimes del nuevo reino valenciano que había fundado, al que dotó de personalidad jurídica propia, con Fueros especiales. Contaba para ello de Bula papal y le recordaba que él mismo lo había prometido “ante altare nostrae Dominae Sanctae Mariae Valentiae et pro eo etiam quia summus Pontifiex nobis dictam concessit ratione praedicta”.

Los candidatos a la expulsión serían los moriscos que no abandonaran su religión y se convirtieran al cristianismo. Su adoctrinamiento fue encargada a los Dominicos algunos buenos conocedores de la lengua arábiga. En los conventos de Valencia y Xàtiva tenían estos frailes cátedras de arábigo, al igual que de hebreo, a los que también se propusieron convertir, y había que hacerse entender en sus respectivas lenguas. Se adelantaron los religiosos a las disposiciones del Concilio de Viena (1311) que normaban crear cátedras de hebrero y arábigo en las universidades del dominio cristiano para estos menesteres.

Se empleó a fondo la Iglesia en dicha actividad sin conseguir grandes resultados. Es difícil, casi imposible, está muy mal visto en la cultura islámica, abandonar su religión y pasarse a otra. Se hizo de todo, como prohibir a los muslimes hacer pública ostentación de su fe, al tiempo que se les obligaba a arrodillarse ante el paso del Santísimo Sacramento del Altar cuando era portado por las calles. A caballo de los siglos XIV y XV, el dominico Fray Vicente Ferrer logró con sus persuasivos sermones convertir numerosos judíos y musulmanes, se sentían atraídos por su fuerte figura de santón, les impresionaba, pero al fallecer éste, en masa los conversos volvieron a sus religiones.

Nacimiento y fin de la Inquisición

Cuando los piratas tunecinos o magrebíes desembarcaban y saqueaban los pueblos costeros, solían perpetrar actos de sacrilegio, robando las Sagradas Formas y Custodias, como ocurrió en Torreblanca, lo que originó en Valencia una expedición de rescate. Hubo continuos y graves enfrentamientos entre miembros de las tres confesiones. Alfonso V el Magnánimo fue partidario de sofocar los focos insurrectos religiosos, especialmente los procedentes del islamismo. Para ello pidió al Papa Martino estableciera en Valencia la Inquisición y en 1420 fue nombrado Andrés Ros primer Inquisidor de Valencia.

La Inquisición o Santo Oficio fue creado para controlar a judíos y musulmanes, principalmente, dado que se resistieron a convertirse y a hacerse cristianos Los judíos optaron por exiliarse forzosamente y repartirse por el mundo en comunidades conocidas como sefardíes. Los musulmanes, valencianos de religión islámica, descendientes de aquellos que fueron derrotados por Jaime I, fueron expulsados del país, muchos de ellos acabaron en Túnez, donde hoy día hay una comarca donde a sus habitantes se les llama los valencianos en la lengua arábiga.

El 9 de marzo de 1820 Fernando VII fue obligado a restablecer la Constitución de 1812 y a abolir la Inquisición. En Valencia al día siguiente hubo revuelta y amotinamiento popular. ya que era incompatible con las disposiciones constitucionales. Fue asaltado el palacio del Tribunal de la Inquisición, hoy desaparecido y liberados los prisioneros que tenía. Se acabó el angustioso y terrorífico sistema político-eclesiástico que con la excusa y pretensión de la defensa de la fe cristiana detuvo, encarceló y mató a miles de personas a lo largo de la historia.