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Día de la Comunitat Valenciana

Los Nou d'Octubre en tiempos difíciles

Pestes, dictaduras y guerras han marcado las celebraciones del 9 d'Octubre y reflejan la realidad que vivían los valencianos del momento

Calle de la Paz, en València, sobre 1920. Archivo Rafael Solaz

Siglo XVII en un pequeño pueblo de la Toscana. La peste tiene a Montelupo confinado con las puertas de la muralla cerradas. Sin embargo, en mitad de la noche, los vecinos, con la ayuda del cura, acaban rompiendo las rejas y contrariando la orden sanitaria. ¿El motivo? Poder ir a la ermita a ver al santo protector. Rafael Narbona, historiador de la Universitat de València y autor de El nueve de octubre: Reseña histórica de una fiesta valenciana: Siglos XIV-XX, recuerda la escena que narra Carlo Cipolla en ¿Quién rompió las rejas de Montelupo? para explicar uno de los 9 d’Octubre en años convulsos como el de este 2020. En un tiempo coetáneo al suceso de Montelupo, la ciudad de València vivía un brote especialmente cruento de peste negra. Sin embargo, en los años 1647 y 1648, a pesar de la amenaza de una infección contagiosa, la celebración del día de los valencianos desembocó en todo aquello que hoy incumpliría las recomendaciones sanitarias. «Paradójicamente, en época de peste aumentaba el número de procesiones y asistentes porque servían para implorar la protección divina», expresa Narbona reseñando los festejos de aquellas ediciones del 9 d’Octubre.

La fiesta que rememora la conquista y creación del Reino de Valencia por parte de Jaume I ya se originó en un momento complicado para la ciudad y con Dios como protagonista. «El 9 d’Octubre nace en 1338 durante el primer centenario de la conquista, y lo hace como una celebración religiosa, una acción de gracias a Dios en una época de malos años de cosecha, hambre, algunas enfermedades epidémicas y los ataques de los benimerines y granadinos en el sur del Reino», desgrana el historiador. «Por esta razón, en una situación tan difícil, el gobierno municipal y el obispo convocan una acción de gracias a Dios porque se cumplen 100 años desde que Valènica se incorporó a la cristiandad». Desde ese momento «y con carácter casi anual porque aunque no tenemos noticias de todos los años en época tan antigua, en los registros hay una constante relativamente regular a partir finales de siglo XIV donde se pregona la convocatoria a la procesión y con un protocolo que es el más antiguo que conocemos».

Pese a su componente católico a partir de los siglos XVI y XVII, el cambio político sacude la celebración del 9 d’Octubre. Todo cambia para la fiesta con la victoria de Castilla sobre la Corona de Aragón, de los Borbones sobre los Habsburgo, de Felipe V sobre el archiduque Carlos. Este triunfo anula los fueros valencianos y sus instituciones y da «un giro radical» a la festividad, en palabras del historiador Mateu Rodrigo. «En 1707 la fiesta del 9 d’Octubre, igual que la de Sant Jordi, se suspende porque se quiere eliminar todo aquello que huela a regnícola», asegura el profesor de la UV. Es en 1738 con la celebración del quinto centenario cuando «se reconstituye el 9 d’Octubre», indica Mateu Rodrigo. Su colega Narbona indica que es el capitán general borbónico quien «a partir de la influencia de la sociedad valenciana da permiso para recuperar la fiesta del 9 d’Octubre recuperando su sentido tradicional, pero quitándole todo el componente político y militar».

Se eliminan entonces las referencias al Regne de Valencia, los discursos se dan en castellano y se sustituye la senyera por la insignia borbónica. «Hay una folklorización de la fiesta», comenta Narbona. Por su parte, Rodrigo cita la crónica de Josep Vicent Ortí i Major sobre aquellos días y habla de una ciudad en la que se alzaron hasta 27 altares. Además, se invitó a a los obispos de Orihuela y Segorbe a dar el sermón de la conquista aunque no pudieron acudir por «justificados motivos». Tampoco el capitán general Caylus Marqués a presidir el desfile. «La realidad es que no querían saber nada de nada de una fiesta que iba en contra del ideal borbónico y podría traerles consecuencias», explica Rodrigo.

Un siglo después, el acoso sobre la ciudad de València llega por parte de los carlistas. Los liberales están llevando a cabo muchos cambios, pero mantienen algunas constantes, como la celebración del 9 d’Octubre. Eso sí, «con un nuevo sentido liberal, progresista, que da el papel protagonista a las nuevas instituciones de la sociedad burguesa», explica Narbona. «Son años de celebraciones con mucha modestia porque el país estaba arruidado por las guerras carlistas y la invasión francesa», precisa Mateu Rodrigo. De la modestia a las restricciones de la dictadura de Primo de Rivera. En 1924, Lo Rat Penat tuvo que pedir al alcalde de la ciudad, el general Avilés, que se pudiera llevar a cabo la fiesta de Sant Dionís. Y aunque este aceptó, lo hizo con la condición de que tendría que presidir la bandera de España y no la senyera valenciana. Todavía bajo el régimen de Primo de Rivera, el doctor en Historia Mateu Rodrigo recuerda un hecho que fue «una ofensa para los valencianos». El presidente de Lo Rat Penat, Facund Burriel, pronunciaba su discurso en valenciano hasta que el gobernador Bermúdez de Castro le mandó cambiar de idioma. Tras unos segundos de silencio tenso, Burriel continuó... pero en castellano.

El séptimo centenario de la entrada de Jaume I en la ciudad de València coincidió en plena guerra civil. Hasta un año antes, València era la capital de la República, pero el avance de las tropas franquistas obligó a mover la sede gubernamental a Barcelona. El ambiente bélico hizo que el festejo se llenase de contrasentidos como que la República realzara el papel de un rey. «Dan una imagen de rey de izquierdas de Jaume I», asevera Mateu Rodrigo. El profesor universitario cuenta que se hace una celebración «modesta debido a las circunstancias», pero en ellas se hace una loa a Jaume I por su «espíritu progresista, valiente y fundador del País Valenciano». «Espíritu emancipador social» o «tomar la espada de Jaume I como símbolo de libertad» son las frases que recuerda Rodrigo que enarbolan desde el bando republicano.

Dos años después, con la dictadura instaurada, se repite la festividad que homenajea la victoria de Jaume I «dando símiles entre la conquista que llevó a cabo Jaume I y el triunfo que acababa de lograr el bando franquista», expresa el doctor en Historia. Rodrigo recuerda así comparaciones como la cruzada, el intento de «unir la gloria de la primera conquista a la que acaba de suceder» o palabras como las del Marqués de Lozoya que compara al Cid, a Jaume I y a Franco como quienes han conseguido que «pese a quien le pese Valencia será cristiana y será siempre de España». «Tenemos para un bando un rey progresista reivindicado por republicanos y para el otro, un rey del Reino de Valencia que era algo distinto a Castilla que apoya una unidad de España que no existía». No fue la única ni última ocasión en la que el régimen franquista utilizó el 9 d’Octubre como llamamiento. «En 1975, el alcalde llamó a una movilización este día como forma de adhesión a un régimen agónico», según expresa Rafael Narbona. Dos años después, recuerda, las fuerzas democráticas «ya declaran el 9 d’Octubre el Día del País Valencià».

Por todo ello, Narbona reflexiona: «Tanto las pestes, las enfermedades epidémicas, las carestías, las guerras exteriores, conflictos interiores o guerras religiosas son hechos que tienen una proyección sobre la sociedad valenciana que se gestualiza y se percibe en la ideología que subyace en la procesión-desfile del 9 d’Octubre porque al fin y al cabo es una mezcla de procesión religiosa, desfile cívico y cabalgata, primero militar y luego festiva espectacular». Habrá que fijarse en los símbolos de la celebración en este año convulso y pensar en su proyección futura.

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