Cada día trae su afán, dice el refranero. Cada discurso presidencial del Nou d’Octubre marca un rumbo en el curso político valenciano, un cierto punto de inflexión. Ni separatismo ni recentralización, sí autogobierno, fue el mensaje fuerza de 2018, en presencia del presidente Pedro Sánchez. «La paciencia tiene un límite», fue la frase de 2019, en referencia a la larga espera (aún inacabada) de una financiación autonómica más equitativa. El discurso de Ximo Puig de ayer se apartó de aristas reivindicativas en busca de un tono más emocional en el año de la pandemia. Se trataba de enmarcar un tiempo nuevo: alianzas y unidad frente a ruido y confrontación.

Se trataba de espolear a la resistencia y reconocer el valor de los que no suelen tener nombre en los libros de Historia. Los peones. La letra minúscula, humilde pero que «determina la evolución de la pandemia». Los anónimos. Como Luis Vidal Domínguez, músico de la banda de Agres que estuvo 46 días en una UCI por covid-19. Ha perdido masa muscular y recursos físicos, pero ya ha vuelto a coger la flauta. Como también desempolvaron sus hijas los instrumentos para que la música volviera a sonar en los balcones el pasado 19 de marzo. Es la metáfora que dejó el jefe del Consell: «Es el momento de volver a tocar». «Resistencia y no rendición. Esperanza y no resignación. Futuro y no nostalgia», resumió.

Se trataba de animar a la ciudadanía a levantarse. Pere el Cerimoniós no imaginaba el Segle d’Or valenciano solo unos años después de la desoladora peste negra de 1348. Y pasó. Con esa imagen esperanzadora en tiempos difíciles comenzó el president de la Generalitat su discurso en una celebración marcada de principio a fin por la pandemia del coronavirus.

Levantarse después de cada caída. De eso saben los valencianos en su pasado. Y ese fue uno de los ejes de la alocución de Puig.

Y se trataba de situar un tiempo diferente. Puig recuperó la idea ya expresada en alguna otra ocasión de que no valen retóricas y dialécticas del pasado en un momento de una emergencia sanitaria, social y económica desconocida. Es el cimiento sobre el que se asientan los acuerdos de reconstrucción sellados antes del verano con agentes sociales, todos los partidos (salvo Vox) y todas las instituciones.

«Es tiempo de alianzas: entre generaciones, entre el Estado del Bienestar y los sectores productivos y entre territorios», dijo.

El jefe del Consell huyó de extremos en los planteamientos más políticos de su discurso. Buscó la centralidad, el espacio donde haya un espacio de confort para una gran mayoría.

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9 d'Octubre 2020: Acto institucional en el Palau de la Generalitat

Así, reivindicó lo público, el Estado del Bienestar y una Comunitat Valenciana «más verde, digital y protectora con el revulsivo del apoyo europeo». Un mensaje en el que se encuentran a gusto los socios a la izquierda del PSPV en el Gobierno tripartito. Pero al tiempo, deslizaba una puntada de realidad al afirmar que «el gasto actual deberá ser pagado por la generaciones futuras». «No las podemos hipotecar más de lo necesario». Por ello, pedía máxima eficiencia en el gasto. Keynesianismo, sí, pero hay límites al endeudamiento y al déficit, era el mensaje implícito.

En la misma línea, abogó por la convivencia pacífica y productiva entre el sector público y el privado. «Es hora de fortalecer esa alianza», señaló. La colaboración público-privada es una de las reivindicaciones habituales de la patronal valenciana.

La tercera alianza que reclamó es la de los territorios. El mensaje fue para España y, encubierto, para la comunidad de Madrid. Dijo: «Frente a los territorios de confrontación, la Comunitat Valenciana es sinónimo de unidad y estabilidad y serenidad». De «acuerdo, gestión y sentido común». Esa sería la marca del «momento valenciano».

«España ha de reaccionar, como ha hecho Europa», dijo. Pero, ¿qué España? «Una España de Españas necesaria de diálogo, consenso y fraternidad». Es el país plural y federal que el Consell del Botànic defiende desde su primera legislatura.

La «vía valenciana» de esa España que reacciona es de «más cogobernanza, mayor igualdad financiera, más conexión emocional entre las partes y el todo».

Que el día no era normal quedaba claro al primer vistazo al Saló de Corts del Palau, con aforo reducido para cumplir las normas sanitarias, lo que llevó a diseminar a premiados e invitados por dependencias varias.

Que la festividad tenía un especial componente emocional quedó claro en el tono entrecortado de la vicepresidenta, Mónica Oltra, al borde de las lágrimas en más de una ocasión, al entregar las distinciones a representantes de los colectivos que han tenido un papel principal durante la epidemia.

A pesar de los elogios y cantos a la unidad de Puig, el PP salió decepcionado del acto. Su líder, Isabel Bonig, vio un mensaje «vacío de fundamento», alejado de los problemas de la Sanidad valenciana y de los sanitarios. Cs mostró otro perfil: «La sociedad pide que los políticos no estemos en la confrontación», dijo Toni Cantó.

Un día de fiesta sin ministros ni Casado

Los ministros de Transportes y de Cultura, los valencianos José Luis Ábalos y José Manuel Rodríguez Uribes, estaban anunciados en el acto, pero el consejo de ministros por el estado de alarma en Madrid provocó su ausencia en el último momento. También estaba prevista la presencia del presidente del PP, Pablo Casado, como ya sucedió el año pasado, pero la situación sanitaria y política en Madrid hizo que modificara su agenda para celebrar reuniones sobre la respuesta a las decisiones en torno a la capital. La pandemia se dejó notar