Buena parte de los internos de la residencia de discapacitados psíquicos «La Llum» de Carlet (el 75 %) se han contagiado de coronavirus. Y con ellos cuatro trabajadores del centro. La cifra parece mucho más preocupante que la evolución de los enfermos. La inmensa mayoría de ellos son asintomáticos, aunque cinco fueron ingresados la semana pasada en el Hospital de la Ribera para mantener una vigilancia más estrecha sobre ellos, aunque no se descarta que puedan ser dados de alta esta misma semana.

Los usuarios no mostraron ninguna señal que levantara la alarma. El 30 % de los internos tiene una discapacidad intelectual severa o profunda y no saben expresar el dolor o verbalizar cómo se encuentran. La dirección de la residencia, adscrita a la red de centros de la Generalitat aunque gestionada por la empresa Clece, detectó algunas décimas de fiebre en algunos de ellos y aceleró la realización de los habituales test para anticiparse y buscar certezas. Así se confirmaron los 29 casos registrados hasta ahora.

La residencia ha sido blindada mucho más de lo que estaba. Desde el pasado mes de julio se habían restringido las salidas de los usuarios y hace un mes, coincidiendo con la aparición del preocupante brote de contagios consignado en el municipio, se decretó el cierre absoluto. La plantilla se reforzó también con 18 cuidadores. Hoy emplea a una cuarenta trabajadores.

Los cuatro empleados contagiados han sido confinados y la residencia está medicalizada desde el pasado viernes. Los cinco hospitalizados muestran una sintomatología leve, «por lo que se espera que sean dados de alta en breve», según apuntó ayer la alcaldesa de la ciudad, Maria Josep Ortega, que también aseguró que el foco de la residencia «está muy controlado.

Los residentes, divididos en dos grupos

Los usuarios se habían dividido en grupos de convivencia sujetos a monitorización para mantener su control, aunque resulta muy complicado evitar el contacto entre los residentes. «Resulta arduo hacerles entender que han de llevar la mascarilla y están muy acostumbrados a mantener un contacto estrecho entre ellos, son muy efusivos y se abrazan con asiduidad, por lo es muy difícil cortar la cadena de contagios cuando no se es consciente de que el virus ha entrado en la residencia», explicaba ayer una fuente conocedora del funcionamiento del centro para explicar el elevado porcentaje de contagios.

El edificio, que ocupa un antiguo hospital, cuenta con un jardín trasero. Ya reconvertido en residencia de discapacitados, fue inaugurado en 2001 y acoge a internos de toda la Ribera.

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