Miguel Beato del Rosal, profesor en Medicina, bioquímico y aún investigador pese a sus 80 años en el Centro de Regulación Genómica (CRG) que creó en 2000, asegura que el Jaume I le llega en un buen momento, como «un buen colofón» cuando «estoy a punto de acabar con mi vida académica». De hecho, pensaba que nunca llegaría ya que «me habían presentado varias veces pero tengo un curriculum extraño: mi labor principal la he desarrollado fuera de España pero parece que al final se ha reconocido que la fundación del Centro de Regulación Genómica fue importante y los últimos trabajos que hemos hecho han abierto nuevas vías» para atacar a uno de los cáncer más presentes y de mayor incidencia, el de mama.

De hecho, ahí es donde está centrado ahora mismo junto con el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, CNIO, en intentar desarrollar un fármaco para este tipo de tumores y sus recidivas que saque rédito a uno de sus últimos descubrimientos: un nuevo mecanismo de formar adenosín trifosfato (ATP), el combustible de las células, en el núcleo celular más allá del conocido de las mitocondrias. Al hallazgo llegaron, según asegura «por azar», mientras estudiaban las hormonas sexuales implicadas en estos tipos de cáncer y el funcionamiento de sus enzimas.

Gracias a que han profundizado en el funcionamiento de estas hormonas y cómo actúan dentro de la célula y este mecanismo de creación de ATP, están buscando nuevos medicamentos «porque esta enzima es además esencial para la reparación de los daños en el DNA, el talón de Aquiles de las células cancerosas», explica. Es ahí donde está centrado ahora y espera poder «dejar algo que sea útil para el cáncer de mama, el de ovario o incluso las leucemias antes de irme», dice. Como sus compañeros, tiene claro que sin inversión en investigación, el país no avanzará. «En Alemania cuando van las cosas bien se invierte, cuando van mal, se invierte más», recuerda.