Es un tema recurrente este de la memoria climática. Pero el hecho es que un año como este es fácil caer en la falta de ella. En muchas zonas del Mediterráneo tuvimos un final de 2019 y un inicio de 2020 espectacular, sumamos muchos litros en muchos meses distintos con todo tipo de lluvias: gotas frías otoñales, temporales invernales, lluvias persistentes de primavera y tormentas. Tanto fue así que en muchos casos la media anual ya estaba sumada en mayo. Es como ese estudiante que ya tiene el curso aprobado sin haberlo acabado.

Lo que ha pasado después es que ese estudianteno ha aprobado ningún examen más y los meses estivales fueron normalmente secos, pero el otoño habitualmente lluvioso no ha llegado y todos hemos olvidado ya esos tiempos de gloria tan cercanos y necesitamos que noviembre y diciembre empiecen a espabilar para finalizar bien. El hecho es que yo suelo criticar esa falta de memoria, pero reconozco que no solo yo necesito también que vuelva a llover.

Aunque árboles y acuíferos aun van bien de reservas acumuladas, la vegetación superficial denota ya una notable sequedad y también deja clara su poca memoria climática porque al final de año dará igual que el año sume la media anual ya alcanzada en mayo si no llueve más, porque las estadísticas no sirven siempre para cubrir el expediente del campo. Aún no es tarde para que el año acabe bien y recupere el tono que ha lucido en los primeros meses. Algunos creerán, de forma absurda, que el estado de alarma puede contribuir a que llueva más, seguro. De momento en el oeste mucho están contentos porque les va lloviendo y yo me alegro, pero espero que algo nos vaya llegando a los de la otra vertiente. Me ha quedado un poco corto pero mis labores como agricultor aficionado no me han dejado mucho tiempo.