En los últimos cuatro días han sido seis los terremotos que han sacudido la Comunitat Valenciana, pero como indica Francisco García, catedrático de Ingeniería Geodésica, Cartográfica y Topográfica de la Universitat Politècnica de València, «la tierra está viva» y no hay que olvidarlo. Algo que parece una obviedad, pero que suscita inquietud cuando los movimientos sísmicos se vuelven muy perceptibles. Es el caso del último terremoto que tuvo lugar en la mañana de ayer sobre las 10.28 en el Golfo de València, de 3 grados en la escala de Richter, con 6 kilómetros de profundidad.

Sin embargo, estos son movimientos propios de una zona sísmica moderada como esta, en la que confluyen el sistema bético, ibérico y costero catalán. Es a partir de los 6 grados de magnitud en la escala Richter cuando un seísmo puede ser dañino, por lo que estos últimos no han encerrado ningún peligro.

La población «tiene poca cultura sísmica», reivindica García. El Instituto Geográfico Nacional, es una de las mejores agencias sismológicas con reconocimiento a nivel mundial. El catedrático valenciano incide en la utilidad de la aplicación gratuita del IGN con la que los ciudadanos reciben de información de forma inmediata de cada movimiento sísmico, así como las instrucciones generales de qué hacer antes, durante y después de un terremoto, por lo que invita a descargarla.

En cuanto a legislación, hay una normativa nacional que regula las condiciones técnicas que han de cumplir las estructuras de edificación, a fin de que su comportamiento, ante fenómenos sísmicos, no provoque consecuencias graves para la salud y seguridad de las personas, ni pérdidas económicas y propicie la conservación de servicios básicos para la sociedad en casos de movimientos de intensidad elevada, reglado por la comisión permanente del Instituto Geográfico Nacional.

Desde 2011, la Comunitat Valenciana tiene un plan especial ante el riesgo sísmico en el que, en opinión de expertos como García, «falta más detalle». En definitiva, «una mejor planificación». Por ello, manifiesta la necesidad de realizar una zonificación sísmica por barrios, es decir, un estudio de peligrosidad de cada zona que recoja su grado de vulnerabilidad y los efectos que un terremoto podría causar en cada una ellas. «No hay la misma actividad social en la calle Colón que en Benimàmet, por ejemplo, ni los mismos edificios en Ciutat Vella que en el distrito de Poblats Marítims», explica García. Con ello se podría conocer qué vías de evacuación son las adecuadas en cada barrio o cuál es el hospital más cercano, entre otros. Información indispensable tanto para las administraciones y los organismos de emergencias, como para los ciudadanos afectados de cada punto.