Yasmina escrito con pintura azul sobre uno de sus costados blancos es el único vestigio humano que permanece en una pequeña embarcación que hace semanas llevó hasta la costa de Alicante a una decena de magrebíes con el sueño de encontrar una vida mejor. La barca es ahora una más de las que se amontonan en un solar municipal del Ayuntamiento de Benidorm. Allí, a escasos metros del cementerio de Sant Jaume, una veintena de barcas permanece a la espera de que un juez decida sobre su futuro. Su imagen es lo más parecida a un camposanto de sueños rotos. Y este impás, esta custodia a la espera de no se sabe muy bien qué, comienza a generar, además, serios problemas en algunos municipios.

El consistorio benidormense ha solicitado al juzgado que le indique cómo tiene que proceder con estas embarcaciones: si puede destruir las que se encuentran en peor estado; si puede reutilizar para otros menesteres las que estén mejor. «Estamos realizando una labor de custodia que en realidad no nos corresponde», mantienen desde el equipo de gobierno local. Y, ciertamente, es así. El ayuntamiento todavía no ha recibido respuesta del juez.