Autor de ‘No estamos tan bien’. Rubén Serrano (Monóvar, 1992) periodista por la Universitat de València, da forma a un grito en 33 historias sobre la realidad del colectivo LGTBI+ que, lejos de ser de color rosa, sufre la violencia como color habitual.

Tardó dos años entre la primera entrevista, allá en 2018, y en golpear el punto y final en el teclado en abril de 2020 con sesiones nocturnas de escritura atravesada por la precariedad y el dinero de un ERE. La chispa había brotado antes en las redes sociales. Rubén Serrano puso el primer tuit en España del hástag #MeQueer y fue un tsunami. De aquellas olas, Serrano quería hacer un libro de «maricones, bolleras, travelos y bisexuales». ‘No estamos tan bien’ navega esa realidad. «En mi cabeza era inconcebible que alguien apostara por esto y a la vez es fuerte que yo pensase que esto era inconcebible cuando se supone estamos súper avanzados». Quizás estas dudas hablen ya del título.

¿Por qué no estamos tan bien?

Porque aunque estemos en televisión y La Veneno sea súper vista, aún nos dan palizas por las calles, hace dos semanas se suicidó una chica en Galicia por el acoso que recibía al ser bisexual, hace unos meses en Benidorm unos policías acosaron y grabaron a una mujer trans en la calle. Obviamente, no estamos bien. El sistema CIS heterosexual en el que vivimos apunta con el dedo y machaca constantemente a cualquier persona LGTBI.

Alguien diría que peor están en Rusia o Ecuador, por citar dos ejemplos del libro.

Sí, pero pensar que están peor en Rusia, Azerbayán o Ruanda, que es evidente, no nos tiene que desactivar a nosotros ni nuestras reivindicaciones porque son legítimas. Ese reproche forma parte de no reconocer la violencia que sufrimos las personas LGTBI+ y que se ejerce en España.

«Siempre vigilantes», dice Antonio Ruiz en el libro. ¿Hay riesgos de ir hacia atrás?

Si sucede este retroceso no será de la misma manera que antes. Escuchaba a Abascal que hay homosexuales y mujeres que están de acuerdo en lo que dice Vox, el discurso del odio no funciona igual que en los sesenta o setenta, tiene otras herramientas y pasa por validar este odio con la aprobación o el silencio de las víctimas.

¿Ser una persona LGTBI+ incluye unas preocupaciones extra como ver dónde poder viajar sin problemas legales o ver quién mira si besas a tu pareja?

Son preocupaciones extra casi impuestas. Mis padres no pensaron eso, muchos de mis compañeros de piso o amigos tampoco. La intención del libro no es sólo decir que eso es injusto, sino que haya responsabilidad y escucha por parte de las personas que no fueran LGTBI+ para que piensen en sus privilegios y que vean que hay una forma de revertirlo y que la balanza esté igual.

¿Aprobar leyes es suficiente?

Está visto que no, pero es que además algunas ni se aprueban. La Ley Trans estatal, ¿dónde está? A una parte del PSOE le da miedo aprobarla. ¿Dónde está la Ley LGTBI? Tengo constancia de que el equipo de Igualdad está trabajando, pero no es sólo la ley, es que nos siguen dando hostias, no tenemos ninguna protección porque si se supone que quien nos tiene que proteger es la misma policía que nos insulta y nos graba para humillarnos, estamos mal. Pero además, ese avance legal no supone un avance social correlativo. Este estancamiento está claro; nos casamos, maravilloso, pero eso no significa que ya seamos iguales.

En el libro: «Sigue habiendo miedo y preocupación mientras suena Alaska y Fangoria»

Uno de los gritos del libro era ver si nos reactivamos y retomamos la conciencia de que estamos bailando y nos siguen pisoteando. Está muy bien que reivindiquemos estos espacios y lo celebremos en libertad, pero nos acechan y la solución es reactivarnos con otros colectivos como el antirracismo y el movimiento feminista porque nos atraviesan las mismas desigualdades.

En el libro reivindica la importancia del Orgullo

La herramienta con la que más han jugado para silenciar a las personas LGTBI+ es la vergüenza, agitan esta vergüenza para desactivarnos, nos afean la pluma, que somos maricones, que parecemos un tío o una tía o que somos unos viciosos y el Orgullo está para decir que podemos ser eso, ¿y qué? No nos invalida, no nos hace inferiores del resto. La clave está en reivindicar ese orgullo y reconocer que somos supervivientes de una violencia sistemática que hemos soportado desde que teníamos 4 ó 5 años.

Insultos como marimacho o maricón... ¿la homofobia lleva de la mano al machismo?

Es prima hermana del machismo y de la misogonia. A mí cuando me llamaban maricón en el colegio no me llamaban gay u homosexual, porque seguramente ni yo ni la persona que me lo decía sabía lo que era ser homosexual o heterosexual, simplemente veían que yo tenía un amarenamiento, unas formas asociadas al género femenino que no se asociaban al género masculino y ahí es cuando se activa el mariconazo o el machorra. Al final no es sólo sexualidad, estamos hablando de género.

El libro está estructurado en ocho espacios y uno de ellos es el diván.

No hemos hablado o lo hemos hecho muy poco del impacto psicológico y emocional que te deja una violencia que hemos sufrido en los otros espacios, desde la casa a la calle a la escuela o al trabajo. Escuchar estos insultos o no verte en las clases donde nadie habla de tu realidad, todo esto es un lastre que te marca. Yo recuerdo a fuego cuándo, quién, dónde y en qué contexto a mí me insultaron, en el instituto, en el colegio o delante de mi madre por la calle.

Muchas de estas violencias, además, se da en el entorno cercano, escuela o familia.

Claro, es que si el entorno cercano, que es el que te tiene que querer, tus amigos, tus familiares o apoyar como la figura del maestro, no te dan la mano y te acompañan, el mensaje que te llega es que tienes un problema y que tienes algo malo en ti y por eso te señalan, se ríen y te rechazan. Si no hay ese apoyo desde el entorno más cercano, ya puede haber leyes, pero sin ese abrazo en tu familia o colegas es muy difícil que crezcamos y crezcamos bien.