Caminaba cuesta abajo el sorteo de la Lotería de Navidad con un resultado catastrófico para la Comunitat Valenciana cuando, en pocos minutos, cambió el panorama. Primero con los premios de Meliana, Faura y Almàssera. Pero el verdadero arreglo llegaba con la última bola buena, la del segundo premio, que regó con 43,7 millones el Grao de Gandia. Con bailes de cifras, porque igual se hablaba de 450 décimos que de 370, según el momento «porque no tengo claro cuántos se han vendido». El número, 06095, es de los llamados «feos», pero «ya dimos en 2017 un quinto premio con el 00580» aseguraba el propietario, Marcos Bolo. «Hay que tenerles fe». Eso sí, un número «muy repartido, porque se ha despachado en ventanilla». No ha ido a parar a participaciones, salvo, en todo caso, las cinco series que se llevó una clienta de Madrid, la que inspiró a una de las agraciadas a llevarse un décimo. Pero con otras particularidades. Por ejemplo, que ha llevado la felicidad hasta el último minuto: «La víspera aún vendimos entre ocho y diez décimos». Que eso es un millón de euros. Otra: que «la práctica totalidad se vendió entre octubre y diciembre, con lo que es para gente de aquí, del Grao de Gandia. Se ha repartido entre gente del barrio y eso nos alegra enormemente. Gente trabajadora, del barrio pesquero, muy buena gente, de los de toda la vida. Esas cosas nos llenan de felicidad». Pero aún pudo ser mejor, porque, tal como reconocía Santiago, el gerente de la administración, «se han quedado varias series sin vender». Esas, diez millones más de euros, se los llevaba discretamente el delegado de Loterías en una saca después de dejar en la administración, la 7 de Gandia, la Barreta d’Or, los pósters del «vendido aquí» y la última moda: camisetas para los dueño con el mismo lemas. El número en cuestión es de los que se llama «consignación libre»; es decir, de los que reparte Loterías del Estado casi aleatoriamente. Condenado, pues, no a ser convertido en participaciones, sino a venderse a golpe de veinte euros, transformados en 120.000. «No es un número feo: fíjate qué bonito es ahora y lo feliz que ha hecho a tanta gente». Los loteros no se llevan comisión por dar el premio, pero se prestigia el establecimiento. «Y viene muy bien en un año tan complicado.»