Cuando hace exactamente un año la ciudad china de Wuhan alertaba a la OMS de que había detectado una neumonía desconocida, nadie imaginó los efectos que su virulencia acabaría ocasionando. Doce meses han pasado ya desde que aquel virus -que en febrero recibiría el nombre de covid-19- inició un camino que hoy tiñe de negro el mundo. Más de 80 millones de contagios y de 1,7 millones de fallecidos son su balance. Una pesadilla en la que solo la llegada de las vacunas parecen estar dando esperanzas de futuro.

En el pasado, sin embargo, aquel ‘Día D’ en Wuhan representó el inicio de todo. El conocimiento de ese brote puso en marcha una escalada de casos que en las siguientes semanas se extendió -ya con víctimas mortales- al resto de China y buena parte de Asia. Wuhan, ante ello, decidía cerrar fronteras para evitar males mayores. El resto del país, en una decisión que a la postre se reconocería como un completo acierto, le seguiría. La propagación, no obstante, ya estaba en marcha. Dos días antes el virus era ya notificado en Estados Unidos. El día 24, este ya había roto las fronteras europeas con las primeras detecciones en Francia.

El país galo, pese a ello, no se convirtió en el epicentro de la pandemia en el Viejo Continente. El horror lo asumió sobre todo Italia, que con más de 3.400 muertes decidía cerrar el 9 de marzo sus fronteras, clausurando además museos, discotecas, gimnasios...Porque la primera ola era ya, en mayor o menor medida, una realidad mundial. Las muertes y contagios marcaban las tristes cifras que durante semanas las autoridades sanitarias ofrecían. Hasta que poco a poco, todo cambió.

El descenso de los contagios a partir de mayo dio esperanzas de poder vivir una ansiada despedida del virus. Pero fue solo un espejismo veraniego. Porque en la invisibilidad la segunda ola estaba preparada para hacer su aparición. Agosto fue el mes de las ligeras crecidas, septiembre el de la consolidación de la tendencia alcista y octubre el de la preocupación. Países Bajos, Bélgica, Francia, Alemania... la lista de países que aplicaron medidas para intentar detener un virus que había cogido de nuevo fuerza no dejó de crecer. Y por momentos el esfuerzo parecía servir. Las curvas volvían a bajar en noviembre y una Navidad cercana a la normalidad se avistaba en el horizonte. Pero el virus devolvió al mundo a la realidad. No se había ido. Seguía y sigue aún hoy con nueva virulencia, aunque ahora la lucha tiene más armas.

Italia se convirtió en el primer epicentro europeo de la pandemia, cerrando sus fronteras a inicios de marzo

La búsqueda de las vacunas

Porque si algo ha mostrado la covid ha sido la importancia del esfuerzo colectivo en la búsqueda de una cura. Cientos de proyectos se lanzaron en pos de la vacuna y algunos de ellos consiguieron que estas estuvieran funcionando en menos de un año. Tiempo récord para un hito histórico. Hoy, dosis como la de Pfizer ya son inyectadas en países de la Unión Europea, EE UU o México. Pronto, los fármacos autorizados en estos y otros estados serán muchos más. El paso definitivo hacia una inmunidad de grupo que supondrá ese necesario adiós a la pandemia.