Al llegar a Alfara del Patriarca desde Valencia, ocupando un discreto y humilde pero encantador plano, se alza el antiguo convento de san Diego (S.XVI), que fuera de los Franciscanos Observantes Menores y a quienes el Estado les arrebató y despojó, como a tantas órdenes religiosas, en las Desamortizaciones, especialmente la de Pascual Madoz.

Queda de lo que fue aún un sello un tanto desnudo y aislado mecido por el sol y las suaves brisas de la huerta, acunado en una trama urbana que se atisba puede resultar revitalizadora. Una pequeña puerta semicegada advierte que hay gente dentro trabajando e investigando como preliminares de su restauración.

Como en otros pueblos, he gustado de pasearlo, de ver sus detalles, de leer su historia escrita en piedras. Y Alfara del Patriarca, “del Señor Patriarca”, pueblo menudo, es intenso en historia e historias. Muy presente en todas partes, hasta en su topónimo, está san Juan de Ribera, quien les construyó el “paretó del Patriarca”, muro de contención contra inundaciones y desbordamientos del Barranc de Carraixet, que desfila cerca del casco urbano y que cuando baja lleno se embravece. Le costó “500 lliures”. El precio que pagó por el pueblo al arruinado señor anterior Cosme Mathias de Cruylles fue de 10.700 lliures.

El arzobispo Ribera compró la Villa y sus huertos con sus rajolars para asegurarse ladrillos y rentas con que construir en parte junto con sus rentas propias y las de Burjassot el Real Colegio que en homenaje a la Eucaristía fundara en Valencia y advocó Corpus Christi. Hoy se conserva en Alfara su palacio, Castell de la Señoría, el de Cruílles y en los lindes con Benifaraig la Casa de la Sirena, ésta en avanzada ruina sin que nadie le eche una mano.

Impresiona lo que queda del convento de san Diego y su iglesia, una isla en el espacio urbanizado donde se pretende hacer una zona social cultural. De hecho allí, con gran acierto, he visto que la Universidad CEU San Pablo ha instalado una de sus facultades. Un lugar apropiado para montar un buen campus universitario, que le daría mucha vida al pueblo y ayudaría a recuperar la historia y el marcado sello señorial que siempre tuvo esta población.

Por el flanco norte del convento de san Diego, donde está la iglesia, quedan las huellas de los edificios que se agarraron indebidamente a ella, hoy eliminados, ofreciendo una imagen de ruindad solitaria, pese a lo cual sigue resultando atractivo y subyugante su aspecto de pobreza y abandono. Un curioso icono de contraste y semblantes agridulces.

Todo apunta que este 2021 va a ser el de la suerte para el convento e iglesia de san Diego –Sant Didac le llaman ahora- dado que ya hay ruido de sables de restauración. El Ayuntamiento ha comenzado a vender parcelas del polígono para pagar los primeros gastos de reconversión del cenobio. Hay gente por dentro en los preliminares de las actuaciones, haciendo catas e investigando. Primero la Iglesia, luego el claustro.

La pelea por recuperar el convento e iglesia de san Diego en manos de la Fosforera por parte del Ayuntamiento de Alfara del Patriarca viene de lejos. En 1988, hace la friolera de 33 años, un excelente y magnífico alcalde que tuvo el pueblo, Fernando Brosel Esteban, me llevó allí de Mantenedor de la Reina de las Fiestas, Ana Abad Ferrer, y en el Pregón saqué a relucir el tema de san Diego. Bueno, yo no, sino el propio san Juan de Ribera.

Entrevista a san Juan de Ribera

Mi intervención fue la lectura de una entrevista imaginaria que le hice a san Juan de Ribera, hecho monumento en medio de la plaza una noche de agosto a la fresca. Fue una licencia que se la tomé prestada a la periodista y escritora de grato recuerdo, María Francisca Olmedo de Cerdá, quien hizo varios reportajes entrevistando a los personajes esculpidos en las calles y plazas de Valencia.

En mi entrevista a San Juan de Ribera me contó su vinculación con Alfara del Patriarca, su historia, su gente y con el convento de san Diego, fundado por él en 1599, poco después de comprar el pueblo para construir el Colegio de Corpus Christi de Valencia. Vio varios, pero se quedó con Alfara por su sistema de riego, sus fértiles huertas y sus rajolars. Las fábricas de ladrillos hicieron que Alfara fuese el primer pueblo industrializado de l’Horta. Una industria que comenzó con alfares donde se hacía atabons y acabó con los rajolars, en la producción de ladrillos a gran escala.

A la hora de concluir la entrevista, Juan de Ribera casi como despedida insistió con el tema del convento de san Diego. Estaba preocupado. Ribera autorizó a estos frailes en 1599 –cuatro años después de comprar el pueblo a Cruylles- a alzar convento en esta fértil huerta. Se instalaron en una alquería con unas huertas proporcionadas por un vecino del pueblo, Gaspar Jaca.

Con ladrillos de Alfara construyeron los frailes convento e iglesia y con la ayuda de los vecinos. En él estuvieron hasta la Desamortización de Mendizábal, cuando fue suprimida la orden por decreto y se les quitó convento y tierras. El convento pasó en 1854 a manos de un burgués de Valencia, José Bigné, quien lo compró y montó allí una fábrica de fósforos. Otra familia burguesa de Valencia, de las que se enriquecieron con los negocios desamortizados, los Moroder, en 1858, fueron socios copropietarios del convento y fábrica El Globo.

De lo que había en el interior del monasterio y templo todo se desparramó, fue desapareciendo, lo que no vendido, saqueado o robado. Está por determinar adónde fueron a parar sus objetos más valiosos. Actualmente se sabe que en el Monasterio Franciscano de Santo Espíritu del Monte en Gilet se conserva un libro coral procedente del convento de Alfara. En el Centro de Interpretación del Patrimonio de Alfara del Patriarca se encuentran algunos elementos de la antigua fábrica: una campana (inventariada por el Gremi de Campaners) un carricoche de bomberos, una piedra litográfica para la impresión de material de publicidad de El Globo y un ejemplar del cartel.

En una ficha técnica de Cultura leemos: “Fábrica singular al haber sido instalada en 1858, tras la desamortización de Madoz en el exconvento de frailes de San Diego, construido en 1595. Se reutilizaron sus espacios sin casi mutilaciones en la fábrica antigua, manteniéndose la nave de la iglesia y el campanario. Una imagen significativa es la severa y magnífica puerta de la iglesia tapiada y horadada con vano rectangular. A la estructura de convento e iglesia también se le han añadido otras construcciones y naves en distintos periodos a ambos lados del edificio antiguo. Los hermanos Moroder mantuvieron su firma hasta el año 1896 en que pasó al Estado. La última empresa titular, Swedish Match, cesó su actividad hace unos años. Desde el ayuntamiento se promovió un Plan de Reforma Interior y Mejora. De las más recientes construcciones ligadas a la fábrica se ha conservado y restaurado el edificio de oficinas. Un edificio exento en una parcela ajardinada. Es de titularidad municipal por cesión de parcela y adquisición del edificio”.

El conjunto histórico artístico, al haber sido utilizado como dependencias industriales, ha podido salvarse de una posible destrucción y desaparición y a pesar de los incendios y avatares sufridos se conserva bastante bien y sigue siendo salvable. En1913 se declaró un incendio en la fábrica de cerillas que los bomberos consiguieron sofocar siendo pasto de las llamas el almacén.

Hoy, el actual alcalde, Llorenç Rodado, sigue en el empeño de su recuperación y reutilización, pero necesitará mucha ayuda, no se puede dejar sólo al pueblo cargando con esa imperiosa obligación.