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"Han anulado el 100 % de las reservas del hotel por el confinamiento"

Hostelería, comerciantes y vecinos de los cinco pueblos de l’Horta Sud cerrados perimetralmente creen que "han pagado el pato" de la mala gestión

Sonia Sierra, gerente del Hotel Benetússer, ante las instalaciones vacías por el confinamiento. | LEVANTE-EMV

Son las 9.30 horas en Massanassa y, donde habitualmente habían padres y madres desayunando en la terraza de las cafeterías comentando la vuelta al cole tras las vacaciones navideñas, camareros preparando las mesas para los almuerzos y clientes llenando sus carros en los pequeños comercios de la localidad tras el día festivo, ahora solo s e ven bares cerrados, terrazas recogidas, pequeños comercios con apenas clientela y poca gente transitando por la calle. Una escena que refleja el inicio del confinamiento perimetral de Massanassa y otros cuatro pueblos limítrofes (Alfafar, Benetússer, Sedaví y Llocnou de la Corona) decretado por el Consell ante la elevada incidencia de casos de coronavirus, y que incluye el cierre de la hostelería y de los centros deportivos al menos durante los próximos 14 días, ademas de la reducción del 30 % del aforo de los comercios, medida extensible a toda la Comunitat Valenciana.

Unas medidas que hostelería, comerciantes y vecinos de los cinco municipios afectados asumen, porque «la salud siempre es lo primero» pero que no entienden, ya que consideran que «han pagado el pato» por la mala gestión realizada por las autoridades competentes desde que se decretó el fin del confinamiento en junio.

A María Cantero la pillamos quitando los adornos de Navidad de su cafetería en Massanassa. En la puerta ha colocado un pequeño mostrador con la intención de ofrecer desayunos para llevar. «Es lo que se nos ha ocurrido para intentar salvar algo el negocio, pero esto es un pueblo, no es València, aquí la gente viene a la cafetería para hablar con alguna amiga y despejarse», afirma. «Y mientras los centros comerciales llenos, pero, como siempre, la hostelería paga el pato», explica la dueña de la cafetería Sucre.

En el restaurante Líos, al final de la calle San Joan de Massanassa, están todas las mesas y sillas de la terraza apiladas detrás de una cristalera donde se pueden leer carteles de «comidas para llevar». «Después del confinamiento de marzo ya empezamos ofreciendo comidas para llevar pero, de momento, hoy no me han hecho ningún pedido, y estos últimos días estaba dando 30 menús diarios», lamenta Martín González.

«Parece que la hostelería somos el termómetro de la covid. Si los casos suben, nos cierran directamente, cuando yo tengo aforo muy limitado, mesas separadas, ventilación y es verdad que se quitan la mascarilla pero la gente que se sienta en una mesa a comer suele ser conviviente o familiares. En cambio, el autobús va lleno, sin distancia ni mascarilla y con gente de todo tipo de lugares. Hay cosas que no se entienden», valora. Precisamente, este restaurante se encuentra muy cerca de la residencia Solimar, que ha registrado 124 positivos. «En Massanassa no hay tanto contagio, tenemos claro que el cierre ha sido en parte por la residencia, pero si así lo ha decretado el Consell y no podemos hacer nada», explica.

José Juan no ha cerrado la carnicería Miguela, pero apenas tuvo clientes ayer. «La gente tiene miedo de salir a comprar, y hacemos envíos a domicilio. Pero con eso no compensamos el negocio perdido», lamenta.

Incertidumbre

La alta incidencia en Massanassa y Sedaví provocó el cierre perimetral también de Benetússer, Alfafar y Llocnou, al ser municipios que comparten servicios y fronteras, pues hay calles que, según si vives en número par o impar, perteneces a una localidad o estás en otra. Esta proximidad que para muchos casos es beneficiosa, para otros, como para el Hotel Benetússer, está prácticamente llevándole a la ruina.

«Debido a las nuevas medidas se ha cancelado un evento nacional de gimnasia rítmica en Alfafar y eso ha hecho que se anulen prácticamente el 100 % de las reservas», explica Sonia Sierra, gerente del hotel, que no ve cómo acabar con este «annus horribilis». «A este hotel viene gente de fuera porque tenemos paquetes de ofertas con entradas al Oceanogràfic, o convenios con eventos deportivos de la Alqueria del Bàsquet. Pero si no dejan entrar, ¿quién va a venir al hotel?», señala la gerente, que lamenta la falta de ayudas. «En otros países sí están ayudando a la hostelería. Aquí el día 20 ya te avisan de que tienes que pagar impuestos, además de la fuerte inversión que hemos hecho para garantizar todas las medidas de seguridad», añade. Sierra no sabe cuánto podrá aguantar esta situación: «Tengo a gran parte de la plantilla en ERTE, pensaba después de Navidad empezar a recuperar a trabajadores y, de un día para otro, decretan el cierre perimetral. No se puede planear nada, menos mal que no nos precipitamos y mantenemos la cabeza fría, porque esto es una locura», dice.

A unos metros del hotel, Alberto se encuentra en la cola del centro de salud de Benetússer: «Si han decretado el cierre habrá que asumirlo, pero no sirve para nada. El problema no es los hostelería sino la clientela. Que se quiten la mascarilla para comer, bien, pero para estar sentados chateando con el móvil o que vayan bebiendo por la calle solo para no llevar la mascarilla, eso no. Tenían que haber mantenido más restricciones; no lo han hecho y así nos va».

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