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La hostelería cierra a media tarde con el temor a la ruina

La primera jornada de restricciones se salda con numerosos bares, cafeterías y restaurantes cerrados, situación acentuada por el mal tiempo y el traslado de la jornada de descanso del personal

Los restaurantes se vieron obligados, por la nueva normativa, a cerrar los establecimientos nada más acabar el turno de comidas. | LEVANTE-EMV

«Es la ruina del sector y además, es que las medidas siempre van a parar al mismo sitio: a nosotros». La hostelería se ha llevado nuevamente el principal varapalo de las medidas restrictivas. Desde ayer, cafeterías, bares y restaurantes, con todas sus acepciones, deben tener la persiana bajada a las cinco de la tarde. Las medidas más duras desde el confinamiento total. Pero la consecuencia es la que explicaba Salvador del Amo, titular del conocido Café la Abadía, de la plaza de la Reina: «he hecho 70 euros de caja».

El primer día de aplicación de la medida dejó unas imágenes inusuales de soledad y puertas cerradas. En tal día como el 7 de enero confluyeron varios factores. Unos cerraron por las restricciones. De forma puntual o ya permanente. Otros, porque fue el día de descanso del personal después de un inicio de semana que no se debía desaprovechar. Y otros porque, a estas dos circunstancias, se les unió la perspectiva de poco negocio por el mal tiempo.

Pero la rueda no para y para los hosteleros tampoco en otro aspecto: «abramos o no, tenemos que pagarlos impuestos. Y a final de mes nos van a llegar varios». Del Amo considera, además, que la medida es demasiado dura porque tenía plan B: «no entiendo por qué las terrazas, por lo menos, no se dejan abiertas, puesto que el riesgo es mucho menor. No pudiendo estar en el interior, aún lo habríamos podido asumir, aunque significa pasar de perder dinero a perder menos dinero» y añade otro considerando: «nosotros cerramos, pero la gente va a poder seguir estando en la calle. ¿Qué van a hacer de cinco de la tarde a diez de la noche? Acabarán yendo a los supermercados».

Muchos son los sectores afectados por los efectos de la pandemia. Pero la hostelería es uno de ellos, tanto como prolongación del sector turístico como por el propio servicio autónomo. Ayer un estudio realizado por la aplicación de reservas ElTenedor desvelaba que el coronavirus ha provocado la pérdida del 50% de la facturación en 2020 entre los encuestados y un 88% afirma que ha tenido que reorientar su negocio, ofreciendo nuevos servicios y apoyándose en herramientas digitales para rentabilizarlo y adaptarse a las restricciones impuestas».

Los hay que intentaban verle el lado menos malo, siendo malo. Ramón Sahuquillo, por ejemplo, gerencia los establecimientos Llebeig, tan conocidos en la Alameda o en Marqués del Turia. «No es lo mismo que este cierre llegue ahora que en mayo, con el cambio de hora. Claro que lo vamos a sufrir, pero antes los locales estaban mucho más llenos de noche». Con todo, «no sé si ésta será la mejor de las medidas».

Del cafetito a la copa

El cierre a las seis supone que los establecimientos tendrán como únicas fuentes de ingresos el café de primera hora de la mañana, el desayuno, el «esmorzar», la comida del mediodía y la copa de última hora. Acabaron las meriendas, las cenas y sus copas anteriores y posteriores. «El problema va a ser esa gente que lo que hará será comprar la comida y consumir en la calle». Quedará como último recurso nocturno la venta a domicilio «pero hasta antes de las diez, claro».

Una de las medidas a adoptar es aprovechar esta mala coyuntura para «dar vacaciones, aprovechando que empieza el año natural. Si hay quince días que decide la empresa y quince que deciden los trabajadores, es momento de aplicarlas ahora que, además, ha acabado una época un poco mejor. Con la esperanza de que, con el paso del tiempo, las cosas cambien». Pero para Sahuquillo, el análisis es igual de malo: «Aunque podía ser peor, no deja de ser un desastre absoluto. Tienes que recordar lo durísimo que fue el cierre total para tratar de aferrarte a algo».

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