El ciudadano de València tendrá que esperar a otra ocasión para ver cumplido el seguramente, deseo meteorológico más buscado: ver las calles de la ciudad nevadas. Esa imagen que no se produce desde el año 1960 y que, precisamente por ello, sus fotos tienen desde hace tiempo categoría de «míticas». Y lo cierto es que, a pesar de la virulencia de la nevada, y de la abundancia de la misma en poblaciones no demasiado lejanas, en el «cap i casal» no es que no haya nevado, es que ni siquiera ha habido posibilidades de que esto pasara. El tren de Filomena ha pasado sin dar opción a la imagen de una València blanca. Habrá que esperar a otra ocasión.

La explicación es, como siempre, científica. «A València, donde sabemos que es muy difícil que caiga nieve, le ha pasado como al resto de la costa: la temperatura era demasiado alta como para generar las condiciones de nieve» explica el delegado de Aemet en la Comunitat Valenciana, Jorge Tamayo. «Había seis, siete grados, y eso lo imposibilitaba».

La supertormenta se ha producido «porque una masa cálida, que venía del mediterráneo, con mucha humedad, ha sobrevolado una masa fría, donde la temperatura era más baja». Ese agua que sobrevolaba se enfrió y, al ir a caer, se convirtió en nieve en las zonas de temperatura muy baja; es decir, sobre todo en el norte y en el centro de la Península Ibérica. En València, como en cualquier otro lugar con temperaturas más altas, se convirtió en una lluvia, por otra parte ni violenta ni copiosa, como la Dana del mes de noviembre.

Ni tampoco «agua nieve»

Esa temperatura de la ciudad «que es más fría de lo normal en esta época, pero no tanto como para dar esas condiciones», es la que ha provocado que en esta ocasión no es que no haya nevado, es que ni siquiera ha caído «agua nieve», que sí que ha sido más frecuente en otras ocasiones, incluyendo aquella tormenta de enero de 2017 que sí que permitió imágenes insólitas en lugares como Xàbia o Dénia, con nieve «de verdad», y que en València estuvo en un tris de cuajar con lluvia blanca.

En esta ocasión, la cota en los alrededores ha estado sobre los quinientos metros. No hay más que mirar en algún sitio con visibilidad: «de Buñol hacia arriba».

Ahora sí que llega un descenso notable de temperaturas, pero ya no queda agua que descargar, por lo que «tampoco va a dejar nieve en la ciudad». Como mucho «y será en casos muy excepcionales» puede helarse un poco el agua de alguna fuente «porque llegaremos a los cero grados». El propio Aemet prevé para esta semana que junto a esos cero grados de mínima habrá doce de máxima, que incluso subirían ya hasta los 16 a finales de semana.