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Análisis

Cadena de favores a la derecha

El auge de Lima suma el riesgo para Puig de una ‘estrategia Iglesias’ doble en Compromís y Podemos

Cadena de favores a la derecha

Cadena de favores no ha pasado a la historia del cine como obra maestra, pero aguanta una tarde de invierno pandémico. Cadena de favores es un título que periodísticamente funciona para expresar la sucesión de regalos políticos del Govern del Botànic a la oposición de centroderecha en forma de enfrentamientos internos.

El tripartito ha pasado esta semana de las «diferencias» a la guerrilla abierta. Así se tomaron en filas socialistas el comunicado con el que Compromís pasó de las declaraciones a los hechos escritos para abrir semana y que era continuidad de otro de Podemos en una línea similar. La coalición de Mónica Oltra pedía medidas «más contundentes» y «valientes» para frenar los contagios de covid-19. Ese mismo día, el balance de muertos alcanzaba nuevo récord con 92 personas.

Y ese día, el PSPV, el socio con más escaños del tripartito y el que ostenta la presidencia, pasaba de la advertencia varias veces formulada a los hechos. Se puede traducir con un «hasta aquí hemos llegado» frente a lo que considera «deslealtad» (palabra muy usada en los últimos tiempos) de quien forma parte del Ejecutivo al no asumir la acción de este. Así, empezaba a plantear propuestas en las Corts sobre las conselleries en manos de Compromís. Y acabó la semana con una ofensiva de varios alcaldes contra otro conseller de la coalición, Vicent Marzà.

Las guerras se sabe cómo empiezan pero no cómo acaban. El dicho sirve parcialmente para el caso. Esta batalla que la izquierda valenciana emprendió en otoño, aún con la pandemia caliente, y que ha ido encadenando motivos para el desencuentro, sí tiene un final más que probable: la pérdida del poder. Nadie ganará, pero perderá más quien más poder ostenta, quien preside.

El paisaje de la semana incorpora, no obstante, matices diferentes al de la anterior. El golpe de mano de Pilar Lima en Unides Podem abre una división de final impredecible en los morados, que vienen de unas primarias pocos meses atrás que dieron el poder a Lima sobre Naiara Davó, la hasta ahora síndica, por una treintena de votos. Los elementos para la fractura están ahí y ponen en riesgo el futuro electoral de la marca de Pablo Iglesias sobre todo si las próximas autonómicas y generales no coinciden. Con un 8 % ahora no están lejos de la barrera electoral (5 %). Esos votos fuera del hemiciclo podrían ser decisivos.

Para esas disquisiciones queda tiempo, en principio. De momento, la suma de poder por Lima supone para Ximo Puig la amenaza de encontrarse con la estrategia ‘Pablo Iglesias’ repetida en los dos socios: aliados de gobierno que discrepan públicamente y marcan sus posiciones. Lima ya ha dejado claro que el objetivo es una línea más contundente y emular lo que el vicepresidente del Gobierno realiza en Madrid.

Otro matiz de la semana es que Puig se ha encontrado con la comprensión de PP y Ciudadanos, que podrían haber llevado al rincón al president y han optado por un perfil de responsabilidad institucional. Le da un cierto aire no encontrarse solo en el arco político en la defensa de no confinar y esperar el resultado de las medidas restrictivas aplicadas desde el día 7. Puig cuenta con el respaldo de agentes sociales y patronal, pero aumenta la presión de ayuntamientos con una incidencia elevada. Estos componentes marcarán la toma de decisiones la semana próxima. Puig ha insistido en que hay margen para alguna medida sin llegar a pedir un nuevo confinamiento domiciliario.

Es lo que han hecho ya Asturias (socialista) y Murcia, Andalucía y Castilla y León (populares). La posición de estas últimas contrasta con las de Madrid, que ha defendido medidas más laxas en toda la pandemia, y con lo que decía Pablo Casado durante la escalada restricciones de la primera ola. Isabel Bonig no está ahora en la línea de estas comunidades, que evidencian otro rasgo de la pandemia: la ausencia de una buena coordinación entre el poder autonómico y el Gobierno de España. Tampoco Carlos Mazón. El presidente del PP alicantino aumenta agenda en València al ritmo que las divisiones se dejan ver en el Botànic.

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