¿En España se compra mucho comercio justo?

En términos relativos y comparado con otros puntos de Europa, no, pero es cierto que en los dos últimos años hemos pasado de facturar 40 millones al año a 140 millones. Aunque claro, Inglaterra o Alemania están en 1.100 millones.

¿A qué lo achaca?

Aquí no hubo en su momento un impulso por parte de actores clave. Lo de los dos últimos años ha sido reacción a una demanda más exigente de gente que quiere productos sostenibles, o que no tengan plástico, por ejemplo.

¿Por qué recomendaría este tipo de comercio?

Porque detrás de ellos está gente que puede vivir dignamente de su trabajo y además producen de forma respetuosa con el medio natural. A nosotros nos gusta que nos traten bien en nuestros trabajos.

¿Qué nos aporta como sociedad consumir todos estos productos?

Son de una calidad superior a la media por la forma en que se han cultivado, muchos de ellos además procedentes de la agricultura ecológica. Y su precio no es mucho más elevado. Es cierto que proceden de países tropicales y hay que transportarlos desde muy lejos, pero se trata en la mayoría de los casos de productos para los que no hay alternativa en nuestros países.

Los productos de comercio justo son más sostenibles, más respetuosos con el medio ambiente. Por tanto, entiendo que el cambio climático debe de afectar más a esas zonas vulnerables afectadas por el estrés hídrico o las olas de calor acusadas.

El cambio climático tiene mucho mayor impacto en los países de la franja tropical que en Europa, Estados Unidos, Australia o Sudáfrica. Las condiciones más extremas o la disminución de la lluvia es dramática y tiene mucha influencia en los productos como el café o el té. Hay cooperativas más afectadas que otras, pero todas lo van a estar en breve porque las alteraciones del cambio climático vienen para quedarse. Hay plagas que antes no existían. Algunas, como la roya, va a más desde hace siete años en los cafetales.