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Un médico valenciano en la corte del "rey loco"

El estudio con el que De Paredes se ha doctorado en Historia a los 79 años profundiza en la influencia renovadora del galeno que sirvió a dos monarcas

El doctor Carlos De Paredes, frente a un monumento que recuerda a Andrés Piquer en València. | JM LÓPEZ Sergio Gómez. Valèncias.G.

Fernando VI vivió su último año de reinado confinado en el Palacio de Villaviciosa de Odón. Sumido en una profunda depresión tras la muerte de su esposa, el monarca experimentó un acelerado agravamiento de sus desórdenes psicológicos, producto en buena medida de la herencia genética de su padre, Felipe V, el primer Borbón. Apenas comía, intentó suicidarse varias veces, dormía entre dos sillas y un taburete, vivía rodeado de excrementos, sufría temores intensos, tomaba opio, solía fingir que estaba muerto y tenía atemorizada a la corte con sus repentinos accesos violentos.

A lo largo de toda esa espiral de agonía que desembocó en la muerte de Fernando VI en 1759, un médico de orígenes humildes y raíces valencianas apenas se despegó de la cabecera de la cama de aquel a quien apodaban como el «rey loco». El diagnóstico clínico que Andrés Piquer dibujó de su enfermedad, a partir de minuciosas observaciones diarias, ocupa un lugar célebre en la historia de la psiquiatría, que le atribuye el mérito de haber sido el primero en describir y comprender el cuadro de una psicosis maníacodepresiva, lo que hoy se conoce como trastorno bipolar.

A punto de cumplirse 310 años del nacimiento del insigne médico, una extensa investigación ha sacado a la luz aspectos hasta ahora inéditos de su biografía. El autor es el doctor Carlos De Paredes, un facultativo que, después de haber dedicado su vida a la medicina y al estudio, acaba de doctorarse en Historia a los 79 años, con un laborioso trabajo de búsqueda en buena medida centrado en los archivos del Palacio Real de Madrid.

Piquer nació en Fórnoles (Teruel), pero su madre era oriunda de la localidad castellonense de Herbés y él se trasladó muy joven a estudiar a València, en cuya universidad se licenció en Filosofía y Medicina para, a continuación, desplegar labores docentes como titular de la cátedra de Anatomía. Con solo 23 años publicó su primera obra en latín. Fue el inicio de una prolífica producción científica y literaria, que incluye estudios de influencia internacional que aún hoy tienen vigencia, como su «Tratado de calenturas».

«Fue un verdadero rompedor, uno de los primeros médicos ilustrados y una de las figuras clave para entender la medicina española del siglo XVIII, pero también la Física y la Filosofía», explica De Paredes, que atribuye a Piquer algunos de los intentos de renovación que ayudaron a revolucionar la asistencia médica. De él destaca su carácter innovador, sus dotes de observación, su evolución técnica y su avanzada defensa de una formación previa a la medicina basada en la filosofía, las matemáticas o la física, hoy recogida en los planes de estudio. Aunque fue amigo íntimo del humanista Gregorio Mayans, su nombramiento como médico de la corte real -donde trabajó durante 21 años, al servicio de dos reyes y dos reinas- estuvo auspiciado por la influencia del también valenciano Antonio García Cervera, considerado como uno de los introductores de las enseñanzas de medicina en la Universitat de València. Piquer se ganó rápidamente la confianza de Fernando VI y se convirtió en uno de los favoritos del rey, que le puso un sueldo superior al de sus compañeros -8.000 reales anuales y un coche de la época- y le nombró vicepresidente de la Real Academia Matritense de Medicina.

Este trato de favor, junto con su carácter duro y empecinado, le valió grandes enfrentamientos con otros médicos de la corte. «Como médico deslumbró por su brillantez, pero fue un mal político y era controvertido. Quería mantener sus ideas a toda costa», subraya el doctor De Paredes.

Polémica con las vacunas

Una de las polémicas que protagonizó surgió cuando la pandemia del siglo XVIII, la viruela, llegó a Europa procedente de Asia y comenzó a hacer mella en la población, cobrándose la vida del hijo de Carlos III. «Piquer cometió un error por excesiva prudencia y emitió un dictamen contrario a las vacunaciones que estaban comenzando a ensayarse. Creía que era innecesario y que la enfermedad podía transmitirse a través de las vacunas», indica el autor de la tesis. «Confundía viruela y varicela, creía que una era benigna y la otra maligna», ahonda.

Pero muchos otros diagnósticos del médico fueron sorprendentemente certeros para la época. Piquer empleó por primera vez el término «metástasis» para describir los tumores que le aparecieron a la reina Bárbara de Braganza tras explorarle el abdomen e indagar en sus antecedentes menstruales. La pasión de la consorte de Fernando VI por los atracones, su asma y su vida sedentaria acabaron acelerando su muerte temprana a los 47 años.

«Piquer demostró ser un gran clínico, pero el gran problema que tuvo fueron las terapias de la época, que eran muy escasas, repetitivas y muy poco resolutivas», señala De Paredes. Con Fernando VI puso mucho empeño en que tomara leche de burra o caldos de rana, aunque éste se negaba. Tras la muerte de su esposa -de la que estaba muy enamorado- el monarca entró en una escalada autodestructiva con episodios maníacos y violentos -en los que influían la herencia borbónica y la impotencia de no poder tener hijos- que incluso le llevaron a morder al propio Piquer. El médico, cuyo discurso sobre la enfermedad del rey se considera una joya histórica, aguantó en la corte hasta su jubilación. Murió a los 60 años de una neumonía.

«La mayor nobleza es entregarse a los demás»

El rápido ascenso de Andrés Piquer en la corte y sus opiniones firmes y controvertidas le granjearon no pocos enemigos en el campo de la medicina. Para contrarrestar los rumores que le acusaban de tener orígenes judíos, el médico escribió una obra para defender su «hidalguía de sangre» y la nobleza de su familia, remontándose a sus antepasados remotos, los Piquer de Aragón. «La conclusión final a la que llega es que se puede ser noble o por sangre o por hechos y que la mayor nobleza que puede haber es entregarse a los demás», destaca el doctor Carlos De Paredes, autor de la investigación. La obra ensalza la profesión médica con una cita de Alfonso X «El Sabio» que bien vale para hoy en día: «El Rey a sus Médicos debeles facer mucha honra e bien».

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