Hace ya varios años que forman parte el paisaje urbano de València. Se les ha visto levantar su voz contra las prácticas laborales de las empresas para las que trabajan y las condiciones a las que están sometidos o han saltado a los medios por ganar juicios contra ellas, logrando que se les reconozca como falsos autónomos. Son, efectivamente, los «riders». Repartidores de comida que, con el cierre de la hostelería y la adaptación de muchos restaurantes al servicio de comidas para llevar, son una de las pocas esperanzas que les queda a aquellos que quieran darse un capricho gastronómico, no son muy dados en la cocina o no les apetece ponerse ante los fogones.

Daniel Luque, repartidor en València, señala que desde que se estableció la medida su trabajo ha aumentado en un 30%. Pueden estar en la calle hasta las 23 horas según la normativa autonómica. «Yo no me conecto todo el día, sino las horas que hay más afluencia». Se desconecta a las 22, justo con el cierre de los establecimientos. «Estás pedido tras pedido todo el tiempo haciendo viajes. Ha habido casos en que no has llegado a tiempo y el restaurante ya ha cerrado y ha tenido que dejar la comida fuera, en la calle, y se ha acabado tirando». Conoce el caso de una persona a la que la comida que había pedido «le llegó dos horas después» porque con los repartidores que hay no pueden asumir todos los pedidos.

El joven se queja de que ese incremento «lo nota más la plataforma que nosotros» a nivel económico. Lo lógico es que al trabajar más ganaran más dinero pero en este caso «significa más desgaste de la bicicleta, más pinchazos de las ruedas que tienes que asumir tu», por tanto, lo que se gana por un lado se pierde por otro. «Ayer se me metió una rama en el ojo, por ejemplo. Pues ya tengo ahí un gasto en medicamentos que tengo que asumir yo», señalaba este «rider». Se queja de las condiciones de trabajo «paupérrimas» que ofrecen estas plataformas de reparto. «Se ha notado un incremento del trabajo pero lo que no se ha notado es la mejora de nuestras condiciones», denuncia.

Pepe Fornés es portavoz de Riders X Derecho, un movimiento que está promoviendo la puesta en marcha de una cooperativa de profesionales de reparto a domicilio con unas condiciones laborales más justas. En su caso, cifra el incremento de trabajo en un 10% y dice que se está apreciando especialmente en fin de semana. «Entre semana no cambia mucho», indica.

«Muchos nos conectamos ahora a la plataforma a las 19 horas pero hasta las 20 no empiezan a entrar los pedidos», indican, por lo que momentos como el almuerzo, por ejemplo, no han tenido ninguna incidencia en su trabajo. Reconoce que ha habido que algún caso de que restaurantes han sacado la comida fuera «pero no es lo normal» porque «si el repartido no va a recogerla se la quedan», todo y que ya han cobrado el servicio. «Cuando ocurre algo así, lo que hace la plataforma es incrementar lo que gana el repartidor por hacer el servicio». Por ejemplo, si un rider cobra 4 euros por reparto, puede que para un pedido al límite del cierre la plataforma para la que trabaja lo aumente hasta los 7 euros para incentivar que ese viaje no se pierda, explica el joven.

A falta de bares y restaurantes, buenos son mesas y bancos públicos y monumentos. Las calles de València se llenaban ayer de personas disfrutando de la comida que ahora los establecimientos hacen «para llevar». Espacios como el cauce del río o la estatua de Francesc de Vinatea, en la plaza del Ayuntamiento, sirvieron como una alternativa para compartir una comida con familia o amigos.

Cierre de la hostelería Espacios urbanos como alternativa al restaurante

A falta de bares y restaurantes, buenos son mesas y bancos públicos y monumentos. Las calles de València se llenaban ayer de personas disfrutando de la comida que ahora los establecimientos hacen «para llevar». Espacios como el cauce del río o la estatua de Francesc de Vinatea, en la plaza del Ayuntamiento, sirvieron como una alternativa para compartir una comida con familia o amigos.