Agustín Navarro Alvado, exalcalde de Benidorm, ha fallecido esta madrugada a los 59 años. El socialista no ha podido superar el cáncer que le fue diagnosticado hace un par de años y que le obligó a abandonar definitivamente la vida política, su gran pasión, el pasado mes de junio, tras varias décadas dedicado en cuerpo y alma a la vida pública.

En su última etapa, tras cerca de dos décadas entre sus distintas etapas como concejal, alcalde de Benidorm y diputado provincial del PSPV-PSOE, ejerció como edil del Ayuntamiento de Bolulla, municipio a cuyo pleno regresó tras los comicios de 2019, cuando por decisión propia dejó de formar parte de la candidatura socialista en Benidorm.

El pasado agosto, con una carta manuscrita de puño y letra y con la enfermedad en un estado avanzado, ya anticipó en este diario su partida, sin saber que la vida todavía le regalaría algunos meses para poder disfrutar de su mujer, sus tres hijos y su nieto. "Estoy preparado para irme", dijo entonces. La pena por su partida inunda hoy a todos los que le conocieron y le apreciaron.

Nunca tuvo reparos en hacer gala de su proceder humilde -contaba orgulloso que se había criado en el barrio del Campo y que su padre fue el primer guarda de la isla de Benidorm- ni su amor por las Fiestas Mayores Patronales -de cuya Comisión fue presidente, además de destacado peñista-, así como por otras tradiciones de la localidad. Tampoco la devoción que sentía por su familia. Pero, sin duda, la política fue el centro sobre el que giró todo.

Funcionario municipal, inició su andadura en la vida pública en el año 1988, tras ser presidente de los festejos de la localidad, como secretario del alcalde socialista Manuel Catalán Chana. En 1991, accedió por primera vez a la corporación de Benidorm como concejal de Fiestas, Juventud y Atención Ciudadana, aunque esta primera etapa en el gobierno local fue corta. En noviembre de ese mismo año, la moción de censura firmada por la tránsfuga Maruja Sánchez desalojó a los socialistas del gobierno municipal y aupó a Eduardo Zaplana al sillón de alcalde. Navarro continuó como edil en la bancada de la oposición, primero; y en el Ayuntamiento de Bolulla más tarde, cuando sus desencuentros con la dirección socialista capitaneada por los Pajín forzó su exilio a la montaña.

En 2003, tras sellar la paz con sus adversarios políticos, regresa a la ciudad turística para batirse como candidato a la Alcaldía con el popular Vicente Pérez Devesa, que le ganó en el envite. Pero la muerte de Pérez Devesa y la ajustada mayoría obtenida por su sucesor, Manuel Pérez Fenoll, asediado también por conflictos internos, abrieron una vía para Navarro. En septiembre de 2009, otra moción de censura, protagonizada por el también tránsfuga José Bañuls y apoyada incluso por militantes del PP, permitió a Navarro cumplir una de sus grandes aspiraciones: ser alcalde de su pueblo, cuyo cargo revalidó después en las municipales de 2011 y hasta 2015.

Le tocó comandar una de las grandes ciudades de la Comunidad en mitad de una crisis económica galopante, lo que hizo que su gestión se viera empañada con algunas sombras. Pero también tuvo luces: abrió las puertas del Ayuntamiento y el despacho de Alcaldía a los vecinos; implantó una tarde de trabajo a la semana para los funcionarios; sacó adelante un plan de ajuste para intentar sanear la deuda municipal y atrajo hasta Benidorm grandes ideas para recuperar el mercado del turismo joven, como el Low Festival, entre otras.

No volvió a ser candidato en el 2019. Entonces, ya sabía que padecía un cáncer, aunque mucho antes ya había anunciado que dejaría la primera línea. Sin embargo, en un intento por mantener su acta como diputado provincial, Navarro volvió a integrarse en la candidatura socialista de Bolulla, donde mantuvo su plaza de concejal hasta el pasado junio, cuando dijo definitivamente adiós. Los socialistas le rindieron un sentido homenaje el pasado octubre en la Casa de Cultura de l'Alfàs. Porque además de sus cargos institucionales, Navarro también lo fue prácticamente todo en el PSPV local y comarcal.

Los últimos meses los ha dedicado a intentar sobrellevar la enfermedad de la mejor manera posible, aunque la pandemia de covid-19, como a todos los enfermos inmunodeprimidos, no lo ha puesto fácil. También, como él mismo reconocía en la carta de despedida publicada en este diario, a disfrutar de más tiempo junto a los suyos; a ver hacerse adultos a sus dos hijos mayores y crecer al pequeño, de solo doce años. Y, sobre todo, a vivir hasta el último aliento con Olga, su mujer y compañera de vida. Ahora, como también anhelaba, se habrá reencontrado con Tonico y María Dolores, sus padres, y con la Virgen del Sufragio, a quien pidió que le abriera la puerta de par en par. Descanse en paz.