Puig gana y pierde con Illa
El jefe del Consell logrará un aliado de peso en las reformas estratégicas de España, pero cederá la hegemonía en el poder territorial socialista si el exministro pasa a presidir Cataluña

Ximo Puig durante la reunión de trabajo de ayer para trazar los próximos pasos de la estrategia de vacunación. | LEVANTE-EMV / Ramón Ferrando. València
alfons garcia. valència
En política casi nunca existe una lectura única. Entre líneas hay una gran literatura política. Si Salvador Illa sale victorioso de las elecciones del próximo domingo en Cataluña, el Consell se encontrará con un aliado que nunca ha tenido en la poderosa tierra vecina del norte para hacer frente a la reforma de la financiación autonómica y al corredor mediterráneo. Si Salvador Illa sale triunfador del 14-F, Ximo Puig se encontrará con que ha perdido el papel de cabeza de los barones socialistas que ejerce hoy en España.
La semana ha sido difícil para el socialismo valenciano. El auto que pone punto final a la instrucción del caso Alquería desnuda sin romanticismos el reparto de altos cargos en Imelsa entre los socios de la izquierda. El PSPV es hoy una fuerza marginal en una plaza importante como Ontinyent, pero que Jorge Rodríguez decidiera organizar un partido propio (La Vall Ens Uneix) tras el estallido del caso ayuda a los socialistas hoy a mantenerse más lejos de ese fuego judicial de lo que podrían estar. Tampoco en esto hay lecturas unívocas.
De no suceder aquella operación y aquella noche en el calabozo de la joven promesa de la izquierda valenciana, Rodríguez estaría posiblemente preparando campaña y estrategia en un año de congresos socialistas para, si no proceder al asalto más o menos pacífico al poder del PSPV, sí situarse en el escalón inmediatamente más cercano.
Ese escenario es hoy política-ficción. Lo real es que Puig ha afianzado más su liderazgo (hiperliderazgo, en opinión de los socios de gobierno). Hay tres elementos clave en esta evolución: unos procesos electorales que lo han dejado como el presidente socialista de una autonomía más importante, la llegada a Moncloa de Pedro Sánchez al frente de un gabinete de coalición análogo al valenciano y la gestión de una pandemia con un fuerte protagonismo de las comunidades. El presidente del Gobierno y el jefe del Consell nunca han estado tan cerca.
Sin embargo, esa hegemonía entre los líderes autonómicos socialistas desaparecerá si el exministro de Sanidad sale del 14-F como nuevo presidente catalán. Para él serían los honores que ahora permiten a Puig tener un peso específico dentro del partido y una resonancia mayor en el resto de España.
En todo caso, para Illa, ganar el domingo no significa gobernar. Inés Arrimadas es el mejor ejemplo de lo resbaladizo que es el tablero político catalán. El juego de posibles sumas es extremadamente complejo.
Si Illa gana, Puig también pierde. Es una mirada egoísta, pero no deja de ser real. No habrá derrotas o victorias totales. La parte positiva si gana será la posibilidad de ir de la mano de Cataluña al cuadrilátero de las grandes reformas que necesita España: la primera, la del modelo de financiación de las autonomías, muy caducado y que perjudica claramente a la valenciana ahora.
¿Pero sería posible la Com-monwealth mediterránea anhelada por Puig? Los viejos del socialismo valenciano son escépticos. Echan mano de la experiencia y recuerdan que, al final, el PSC siempre mira por el PSC. La financiación autonómica y el corredor son reivindicaciones compartidas con la Comunitat Valenciana, pero más allá de eso hará según le convenga, pronostican.
El factor Ciudadanos
La derecha también juega. Unos resultados pésimos pueden dejar muy tocado el proyecto Ciudadanos, alimentar fugas y traiciones, y provocar reubicaciones tácticas.
El PP valenciano no es el catalán. Es comparar un partido hegemónico en el pasado con otro casi siempre residual. Pero si la extrema derecha supera a la derecha canónica popular, los nervios cundirán. No está claro que de esa tensión en Génova Isabel Bonig pueda salir mejor o peor parada. Puede que el poder central acelere renovaciones y puede ser que, debilitado, se abstenga de guerras internas. Son difíciles las lecturas únicas en política.
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