La repetición de veranos cada vez más largos y otoños extremadamente secos acabará afectando a la regeneración de la vegetación mediterránea. Un estudio del Centro de Estudios Ambientales apunta a que la cubierta dura en las semillas de muchas especies, que tradicionalmente se consideraba adaptada a las llamas, en realidad está condicionada por la sequía estival propia de este clima. Están preparadas para romperse con el calor extremo y germinar con las primeras precipitaciones tras el período estival. El cambio climático, sin embargo, amenaza con alterar ese ciclo.

«Se pensaba que esta corteza se había seleccionado para resistir a las altas temperaturas del fuego, pero lo que observamos es que esta característica no se relaciona con la presencia de incendios, sino con la aridez del suelo», explica Víctor Santana, investigador del CEAM. El recubrimiento de las simientes las hace impermeables y permanecen durmientes en la tierra, tal como señala, aguardando el momento. «A mayor aridez, mayor presencia de especies con este tipo de semillas y esta característica les permite germinar y regenerarse de forma coordinada a todas en otoño», destaca Santana, también profesor asociado en el Departamento de Ecología en la Universidad de Alicante.

«Actualmente estamos trabajando en experimentos para determinar el efecto de tener otoños extremadamente secos en la regeneración de este tipo de especies», desgrana en el estudio.

Crecer antes del fuerte calor

«Se espera que con el cambio climático, los veranos largos que se extiendan hacia el otoño sean cada vez más frecuentes y sin un otoño húmedo esta estrategia podría ser cada vez menos efectiva y afectar a la capacidad de regeneración», prosigue Santana. El desarrollo de la planta en temporada de lluvias le permite crecer antes de volver a sufrir el período seco del siguiente verano. Pero sin aporte hídrico, no brota. «Se daría un cambio de régimen», indica, tras recordar que el calentamiento global aboca, cada vez más, a los fenómenos extremos.

Santana incide en que con la colaboración de la Universitat de Lleida, y los datos de la Base de Datos de Biodiversidad de la Comunitat Valenciana, se ha obtenido una mayor frecuencia de variedades «duras» en zonas de alta aridez. Por el contrario, no se encontró ningún efecto de la frecuencia de incendios.

«Los resultados indican que el factor climático podría ser el más importante en la selección de este rasgo y que, por lo tanto, debemos ser cautos en otorgar al fuego un papel preponderante en la selección de ciertas adaptaciones», enfatiza este estudioso del CEAM.