El pasado que une a Bonig y Casado
Dirigentes actuales avalan al presidente nacional y algunos históricos lo consideran un «error»

Sede central del PP en la calle Génova de Madrid desde 1983, en una imagen de archivo. | EFE / julia ruiz. valència

Nuevo PP versus viejo PP. Romper con el pasado, dejar atrás el lastre de la corrupción, cambiar de sede. Esa película que protagoniza ahora Pablo Casado no es nueva en tierras valencianas. El PPCV lleva años luchando contra el fantasma de los asuntos turbios, un pasado oscuro, urdido en los tiempos de las mayorías absolutas que de forma intermitente lleva marcando la agenda política valenciana desde hace más de una década.
Pero ahuyentar el fantasma de la corrupción, desligarse de quienes están manchados no es fácil y de eso sabe bastante el PP de Isabel Bonig, quien, además de cambiar de sede (dejó la simbólica calle Quart para mudarse al edificio de la Plaza América) trató incluso de renombrar la marca.
El anuncio hecho el martes por Pablo Casado de dejar la sede de la calle Génova (cuya reforma supuestamente se financió con dinero negro) es un golpe de efecto tras el fiasco de las catalanas, pero el gesto tiene otra lectura y otro objetivo: deshacerse de un pasado oscuro y tomar distancias con quienes están señalados por la corrupción, aunque el dedo señale al padre político y a casos que, lejos de estar enterrados, siguen activos en el calendario judicial.
El paralelismo entre lo que se cuece en la calle Génova y lo vivido en estos años en la Comunitat Valenciana es claro: la mudanza de la calle Quart recuerda a la que ahora pretende Casado, pero también hay coincidencia en ese interés por diferenciar entre el PP de antes y el de ahora. La ruptura con el pasado se remonta en el caso valenciano a los tiempos del presidente Alberto Fabra y supuso la aplicación de las llamadas líneas rojas contra la corrupción y que se llevó por delante a los cargos imputados en un procedimiento judicial.
A Fabra le tocó lidiar con una legislatura en que los casos de corrupción explotaron uno detrás de otro (Camps, Rus, Blasco, etc), pero Bonig, ya en la oposición, sufrió en carnes el drama del caso Taula con la caída de su mentora Rita Barberá. Luego vino la detención del expresidente Zaplana y otras tantas derivadas de Gürtel, nubes negras del pasado que alteran la estrategia de erosión a Botànic.
En el congreso regional de 2017, Bonig quiso hacer borrón y cuenta nueva al afirmar que ese día (a punto de ser proclamada presidenta) sería el último en que pediría perdón por los errores del pasado. No pudo cumplir, como tampoco Casado podrá dejar sin más de hablar de los casos que afectan a su partido.
Quizás por ese recorrido plagado de coincidencias, dirigentes del PPCV cierran filas con la estrategia de Casado. La secretaria general del PPCV, Eva Ortiz, admite que «por desgracia» los populares valencianos se pueden identificar con la dirección nacional: «Apoyo absoluto. Nosotros ya lo hicimos y llevamos en esa línea desde 2016», explica. «La responsabilidad está por encima de todo y hay que dejar actuar a la Justicia; como en la vida hay épocas buenas y malas y a veces digerir la herencia es complicado», añade. Eso sí, lamenta la «doble vara de medir» y defiende que, mientras el PP toma decisiones difíciles, «la izquierda mantiene procesados».
Hoyo: «Impulsa la regeneración»
El expresidente Fabra también habla desde la experiencia: «Es muy injusto e ingrato hacer cosas desde la oposición y que de forma sistemática te golpeen con temas del pasado y que dañan la marca», expresa. «Es necesario un cordón sanitario, Bonig y yo hemos sufrido estos procesos que son lentos y que te salpican, hacen recordar a la gente que están ahí, el mensaje debe llegar a la gente sin interferencias», afirma.
La diputada Belén Hoyo, una de las valencianas más cercanas a Casado, contemporiza: «Es obvio que cuando el PP ha gobernado, con Rajoy o Aznar, la situación ha mejorado. Nuestro proyecto ha sido es y será el más solvente», apunta. Para Hoyo aunque se cambie de sede «vamos a seguir con los mismos valores y con vocación de servicio público». «El proyecto de Casado es un impulso de regeneración que pretende sumar a todos los moderados del centroderecha desde la honestidad», afirma.
Desde Alicante, el presidente provincial Carlos Mazón avala la estrategia de Casado: «El proyecto del PP es proyecto de futuro y no rehén del pasado», defiende. Sostiene que hay que aprovechar la buena experiencia del gobierno, pero la «factura de algún caradura, la debe pagar el caradura».
Por su parte, el presidente provincial de València, Vicent Mompó, cree que Casado «tiene derecho a capitanear su propio proyecto sin ataduras sin perder de vista su objetivo: sumar a gente del centroderecha. «Defender la honradez de nuestro proyecto y contar con todos los militantes son señas de identidad del partido», indica.
La nota discordante la pone el exsenador Pedro Agramunt, un histórico del PP para quien la decisión de Casado es un «error». «Es caer en la trampa de la izquierda, como ocurrió aquí», añade. «El problema del PP es no haber defendido a su gente, ha caído en la trampa de denunciar sin esperar a sentencias y el resultado es que todos los líderes han desaparecido y ahora hay gente nueva y sin experiencia», sentencia, el integrante de foro populares 2020.
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