Son las 22 horas y las calles se silencian, no hay risas, tampoco alborotos festivos. Y llega la hora de enfrentarse al colchón. Las luces se apagan y el sueño se difumina como el humo. La crisis sanitaria por el coronavirus, así como las restricciones de movilidad y toque de queda, están cambiando los hábitos del sueño y cada vez son más las personas que sufren insomnio y pesadillas en las que se llegan a mezclar vacunas con mascarillas y fallecimientos.

La Sociedad Española de Neurología estima que más de 4 millones de personas en el país sufrían algún trastorno de sueño crónico y grave antes de la pandemia, y profesionales de la psicología calculan que las consultas han llegado a incrementarse un 30% este último año por el aumento de preocupaciones a causa de la crisis sanitaria.

Entre ellas, no saber si mañana tendrán trabajo, los ERTEs o tener familiares enfermos sin poder hacer nada para que estén bien.

V.M es una joven de 28 años que prefiere ocultar su identidad para evitar que su entorno se preocupe. Sufría insomnio en épocas de estrés como las de exámenes. Hace dos meses se agudizó, coincidiendo las fechas con el aumento de restricciones en la provincia.

«Tengo noches en las que no puedo dormir y con sueños alborotados: familiares enfermos, vacunación... Es extraño», narra. Achaca que el origen puede ser la sobrecarga informativa que hay acerca de la pandemia y sus consecuencias, por lo que su terapeuta le ha recomendado evitar ciertos estímulos negativos. Para minimizar los efectos del insomnio, se ha refugiado en la lectura porque ha probado también con el deporte y no le ha funcionado.

Según Virginia Avilés, psicóloga, están surgiendo nuevos miedos al virus y «ante lo desconocido». La especialista explica que el insomnio puede ir ligado a cuadros de ansiedad y depresión «porque no hay válvula de escape». A ello se suma que la covid-19 ha traído desconfianza a las relaciones sociales, en el contacto físico y un encierro en casa, además de la incertidumbre laboral.

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Al hilo, Avilés calcula que en su consulta han podido aumentar hasta un 40% los capítulos de terrores nocturnos en niños y niñas. Relata que hay menores con pesadillas de madrugada «porque creen que se pueden morir, y están más agresivos». Marín añade al respecto que «ir al parque era una forma de desfogarse, de generar felicidad, serotonina. Ahora ven mal humor y melancolía». Estímulos que no ayudan.

Por otra parte, esta especialista relata que en las personas adultos, «al irse a dormir antes, están apareciendo muchos casos de insomnio vespertino». Expone que para trabajar con el paciente deben marcarse rutinas para tratar de quitar ansiedad con pautas de higiene del sueño personalizadas. «Pero es complicado porque no hay fecha de finalización» de la pandemia.