Cada vez son más las personas que han logrado superar el Covid-19 y, al cabo de unos meses, acuden con preocupación a las consultas de los dermatólogos por sufrir una caída excesiva de cabello. Se trata del efluvio telógeno agudo, un trastorno que se ha consolidado como otra de las secuelas de la infección por SARS-CoV-2 y que también se asocia a episodios de tensión y estrés como los que ha causado la pandemia. “Las células de la raíz son bastante sensibles a las situaciones que nos ocurren y el covid es una infección lo suficiente fuerte como para estimularlas”, explica el doctor Agustín Viera, especialista en Dermatología en la Clínica Canarias Dermatológica, quien además recalca que se trata de una caída “benigna”, que no daña la raíz, y que afecta en mayor proporción a las mujeres.

Según explica el profesional, el pelo sigue un ciclo de crecimiento, reposo y expulsión, que puede verse alterado por diferentes circunstancias. “La situación que estamos viviendo o el propio virus pueden ser los responsables de acelerar este ciclo. Normalmente, la pérdida se suele apreciar en los tres meses posteriores a la causa que la desencadena y es entonces cuando notaremos que se cae mayor cantidad de cabello al peinarnos o al ducharnos, por ejemplo”, apostilla el facultativo del centro capitalino.

Además, cuando el vínculo es el patógeno, el hecho de que haya provocado una sintomatología más grave a los enfermos puede ser un factor que contribuya a la aparición de este efecto secundario. “En teoría, cuando el cuadro clínico es más intenso, hay más posibilidades de sufrir un efluvio telogénico porque el organismo ha tenido que hacer uso de muchos recursos. No obstante, la intensidad con la que se viva la sintomatología influye también en la magnitud de la caída del cabello”, indica el especialista.

¿Cómo afecta a las personas? Al principio el problema puede llegar a ser “alarmante”, pero luego la situación cambia. “El pelo es algo que preocupa tanto a las mujeres como a los hombres, por lo que si en un momento determinado empieza a caerse más de lo normal podrá causar inquietud. Por tanto, para nosotros es muy importante tranquilizar a los pacientes y explicarles que lo que les está sucediendo no es grave y que no va a ser un problema permanente”, apunta.

Para eso, es fundamental valorar cada caso, estudiar los antecedentes y descartar que se trate de otro tipo de alteración capilar. “No hay que confundirlo con otra clase de caídas de cabello como pueden ser la alopecia areata o la alopecia androgénica. Hay que identificar las causas desde el principio, y si la caída es muy intensa o se prolonga demasiado, conviene solicitar un análisis para descartar que existan problemas de tiroides o trastornos en los niveles de hierro”, subraya el dermatólogo.

Normalmente, el efluvio telógeno agudo suele desaparecer después de dos o tres meses y, en general, durante este tiempo no será necesario seguir ningún tipo de tratamiento. Asimismo, como recomendación para reducir la magnitud de la caída, el dermatólogo apuesta por el cepillado y el lavado diario. “En ocasiones, se puede valorar el uso de complementos vitamínicos para aportarle al pelo los ingredientes necesarios y que la raíz los utilice para formar tallo. En efluvios más prolongados, en cambio, nos podemos plantear utilizar vasodilatadores tópicos u orales” , añade.

El efluvio telógeno es la alteración del cabello más frecuente en las consultas de los expertos. Si bien es cierto que los casos han incrementado desde la irrupción de la pandemia, pues el impacto socioeconómico de la emergencia sanitaria ha pasado factura a la población.

“No contamos con estadísticas, pero por mi experiencia puedo decir que hemos apreciado más pacientes en las dos últimas oleadas que en la primera. Sin embargo, no hay que olvidar que este problema se hace visible con el paso de los meses, por lo que es probable que las personas que estén sufriendo ahora mismo el covid o que se encuentren sometidas a un gran nivel de estrés vengan a nuestras consultas más adelante”, advierte el doctor Viera.