Hace unos días las Naciones Unidas hizo público el informe del año 2021 sobre el grado de cumplimiento del Acuerdo de París, con la hoja de ruta que deberíamos seguir los países firmantes si queremos cumplir sus objetivos en las dos próximas décadas. Los datos son desalentadores. Las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero siguen acumulándose en la atmósfera terrestre a un ritmo imparable. El objetivo de París, con sus 2º C de tope de subida de temperatura en este siglo, de momento es una utopía irrealizable. El informe señala, además, que la pandemia en lugar de haber beneficiado como se había transmitido, por la reducción mínima de emisiones durante los meses de confinamiento en países desarrollados, ha resultado muy perjudicial porque ha detraído fondos necesarios para la mitigación y adaptación en todos ellos, debido a la necesidad de hacer frente a la pérdida de actividad económica padecida. De manera que, en términos generales, en 2021 estamos peor que cuando se firmó el Acuerdo de París en 2015. Es cierto que hay algunas luces de esperanza, en la industria del automóvil, en acciones urbanas de sostenibilidad, en objetivos claros de reducción de emisiones impuestos por la Unión Europea a sus países, en la vuelta de EE.UU. al Acuerdo de París.

Pero quedan empañadas por una realidad. Consumimos más combustibles fósiles ahora que en 2015 y a este ritmo no se cumplirá el objetivo de París y sus 2º de límite máximo de subida de temperatura. De seguir por esta senda, alcanzaremos 1,5ºC de subida respecto a los valores pre-industriales en septiembre de 2034. Y este último umbral tope a no rebasar recomendado por la Organización Meteorológica Mundial en todo el siglo. Para poder cumplir el Acuerdo de París deberíamos reducir en un 45% las emisiones de gases de efecto invernadero en esta década. Objetivo claramente inalcanzable dada la tendencia de emisiones de los últimos años. En definitiva, la ONU nos ha lanzado un nuevo llamamiento a todos los países firmantes del Acuerdo de París. La situación no está nada bien. En Europa, y particularmente en España, la crisis económica causada por la pandemia va a retrasar el cumplimiento de objetivos varios años. Esta tercera década del siglo XXI puede ser una década perdida a efectos de lucha contra el cambio climático