Investigadoras del Jardí Botànic de la Universitat de València (UV), en colaboración con el Servicio de Producción Ecológica de la Dirección General de Desarrollo Rural de la Generalitat Valenciana, han descubierto que una de las tres variedades tradicionales valencianas de 'garrofó' se adapta mejor al cambio climático. Las conclusiones de este trabajo se han publicado en la revista 'Agronomy'.

El estudio comparó las características de las tres variedades tradicionales valencianas de garrofó --cella negra, ull de perdiu y pintat-- con las semillas comerciales originarias de Perú, cultivadas, especialmente, en el país andino y en Almería, e identificables por su color totalmente blanco. En concreto, se analizó la adaptación durante el proceso germinativo en condiciones de estrés hídrico --respuesta a la sequía-- y altas temperaturas.

Los resultados de la investigación muestran que la variedad valenciana de garrofó pintat (Phaseolus lunatus L.) presenta una "marcada competitividad ante el cultivo comercial por su tolerancia a temperaturas elevadas y sequía, es decir, es una semilla tradicional muy adaptada a las condiciones de aridez y reducción de precipitaciones previstas por los modelos de cambio climático en la cuenca mediterránea", explica la conservadora Elena Estrelles, jefa del Banco de Germoplasma del Jardí Botànic de la Universitat de València.

Por otro lado, este estudio centrado en un pequeño grupo de genes, "no ha encontrado diferencias genéticas entre las semillas autóctonas de garrofó y el proveniente de Perú, por lo cual sería interesante detectar marcadores que pudieran reflejar las adaptaciones de las diferentes variedades", matiza la investigadora del Jardí Botànic Isabel Martínez Nieto.

La profesora del Departamento de Botánica y Geología de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universitat de València, también investigadora del Jardí Botànic, Pilar Soriano, subraya que la tendencia actual a la homogeneidad en los cultivos "no solo afecta a la pérdida de las variedades tradicionales, sino que genera problemas como por ejemplo a la hora de la adaptación a los cambios en las condiciones ambientales y por el incremento de la vulnerabilidad ante cualquier tipo de patógenos".

Por su parte, el técnico Josep Roselló del Servicio de Producción Ecológica de la Conselleria de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica --ubicado en la Estación Experimental Agraria de Carcaixent-- destaca la importancia de "promover el cultivo de variedades autóctonas por su resiliencia ante el calentamiento global". "A la vez que protegemos y usamos nuestro patrimonio de semillas tradicionales ponemos en marcha una herramienta para ayudar al desafío climático y a la pérdida de agrobiodiversidad", añade.

De hecho, el objetivo inicial del trabajo era confirmar la hipótesis de que las variedades tradicionales de garrofó cultivadas durante años en zonas de clima mediterráneo "con períodos estivales de sequía y altas temperaturas, podrían estar mejor adaptadas a cambios ambientales que supusieron un incremento del estrés térmico y hídrico", expone la profesora Pilar Soriano.

La especialista añade que habría que ampliar este estudio a planta adulta con el fin de "comprobar si los resultados se dan también en el resto de etapas de desarrollo porque a pesar de que la germinación es una de las más sensibles del ciclo vital, el déficit hídrico afecta a todas las fases, como es el caso del crecimiento o la producción de semillas".

Una legumbre vinculada con la paella

Josep Roselló recuerda que el garrofó es una legumbre que permanece en el territorio valenciano gracias a su vínculo con la paella porque su cultivo es "difícil y costoso, puesto que tiene un ciclo largo, de abril a noviembre; de distribución litoral porque necesita calor, pero también exigente en agua; es una planta trepadora que requiere de una estructura de barraca firme y sufre los riesgos del clima estival".

Esta investigación, además, recomienda la recuperación de semillas tradicionales valencianas y su distribución comercial para que la ciudadanía encuentre puntos de venta y también sean demandadas por los consumidores teniendo en cuenta su calidad y mejor sabor. De este modo, "no solo recuperamos diversidad genética de nuestra agricultura, sino que favorecemos los cultivos de proximidad y la soberanía alimentaria", argumenta Elena Estrelles.

Marca de calidad

Desde el Servicio de Producción Ecológica de la Dirección General de Desarrollo Rural se ha impulsado la organización de los agricultores para solicitar una marca de calidad del garrofó valenciano. Actualmente, "la asociación de productores está creada, mientras que el reglamento técnico que regulará esta marca ya ha sido enviado al departamento autonómico para su aprobación", apunta Roselló.

La colaboración del Jardí Botànic de la Universitat de València y el Servicio de Producción Ecológica de la Dirección General de Desarrollo Rural de la Generalitat Valenciana se inició hace algunos años tanto por la investigación desarrollada desde el Banco de Germoplasma como por el cultivo de las semillas en la huerta ecológica. Ambas instituciones públicas consideran fundamental avanzar en trabajos conjuntos sobre semillas agrícolas tradicionales y silvestres alimentarias con la finalidad de avanzar en este conocimiento botánico y su divulgación a la sociedad.