Negra es una hypanus americanus, una raya conocida como cola de látigo que acaba de someterse a una ecografía. Dos buzos, Rocío Pajares y Pau Alegre, han ayudado al veterinario Carlos Rojo y a Marga Ardao, responsable de tiburones, a certificar que el abultamiento que presenta desde hace semanas es por gestación. Los nervios se disipan con el anuncio de que lleva dos crías. El Oceanogràfic de València aumentará la familia apenas dos semanas después con el nacimiento de un macho y una hembra. Mientras, los engranajes del inmenso acuario continúan funcionando aunque la pandemia haya reducido hasta extremos insospechados la presencia de visitantes.

Si un lunes cualquiera entraban unas 1.100 personas, en estos momentos el máximo no supera las 150. Otra cosa son los meses de verano, cuando la media diaria podía alcanzar los 8.000 visitantes para irse a 10.000 en un fin de semana o 14.000 en un jueves santo. Aunque las restricciones sanitarias llevaron a autolimitar el aforo a 3.000 entradas, el sistema de detección en estos momentos es innecesario. Eduardo Nogués, director general de Avanqua Oceanogràfic, solo confía en que cuando las cifras de contagio remitan hasta un umbral de seguridad «todo vuelva a la normalidad».

Nogués incide en que los que más han notado la falta de público son los delfines, más inteligentes, sociales y que requieren de enorme interacción. «Necesitan mucho cuidado y horas, por lo que nuestra directriz es que no se ahorre ni un euro en esas parcelas», señala. El mantenimiento de jardines o el afeitado de las maderas puede esperar. Los animales no, enfatiza.

El trasiego de trabajadores empieza muy temprano en el complejo situado en la Ciutat de les Arts i les Ciències y sobre las ocho de la noche vuelve la calma. Pese a ello, el área de Biología está disponible las veinticuatro horas. «Siempre hay algún animal que precisa cuidados especiales y hay veces que es necesario estar pendiente toda la noche», explica Daniel García Párraga, director de Veterinaria del Oceanogràfic.

Bienestar animal garantizado

García no rehúye la dicotomía entre atracción turística y compromiso científico que plantean este tipo de instalaciones, pero defiende que el bienestar animal está garantizado en el Oceanogràfic. Punto en el que habla de Xavier Manteca, catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona y uno de los mayores expertos de España en biodiversidad. Este experto plantea herramientas validadas científicamente que permiten evaluar posibles problemas en los animales y monitorizar el efecto que tienen las estrategias para mejorar su estado. No solo el físico, también el anímico.

«Nuestros animales no están estresados y nos permiten sensibilizar a la gente sobre la importancia de cuidar el medio ambiente», expresa García. «Si no ven el daño que puede provocar el plástico en los ecosistemas marinos, el problema parece que no exista ni sea prioritario», argumenta. Este tipo de centros captan a la gente por el ocio, pero hoy en día cumplen cada vez más una innegable tarea investigadora y de conservación. «Además, para tratar de mantener un equilibrio, recurrimos siempre que es posible acude a la pesca sostenible para la alimentación de los animales», razona.

Ayudar a volver al mar

Desde que en 2015 Avanqua tomara las riendas, el mayor acuario de Europa comenzó a transitar por nuevas sendas. Como la de la investigación. Parcela que recae en la Fundación Oceanogràfic cuyo responsable conservador es José Luis Crespo. Al frente del programa Head starting, conocido como de crecimiento e introducción en el mar, el equipo del Arca del Mar vela por la supervivencia de tortugas que al nacer apenas pesan más de 17 gramos, con una supervivencia de una cada mil. Cuando pasan por los tanques y alcanzan de 1,5 a 4 kg el índice se dispara hasta el 90 %. Crespo destaca que gracias a la colaboración con los pescadores se están recuperando huevos de tiburones o rayas capturadas accidentalmente por las embarcaciones para su estudio y conservación. «Con los análisis postmortem de fauna marina varada también podemos establecer las causas de la muerte, entender qué les pasa y buscar soluciones», detalla. Acto seguido echa mano al móvil para mostrar el seguimiento que hacen por satélite de las tortugas.

Sin el cloro llegaron las ranas

Otra de las apuestas fue la retirada del cloro de las piscinas que recorren el exterior del complejo, ahora reconvertidas en un lago vivo que simula la biodiversidad de humedales como l’Albufera. «Enseguida aparecieron las ranas», explica Crespo. Mano a mano con la Conselleria de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica, han puesto en marcha proyectos de refuerzo de especies locales con la reintroducción del Samaruc, el petxinot, el ofegabous o flora como la Jara de Cartagena. Toda una declaración de intenciones.

Cuidados médicos, alimentación y entrenamiento . La actividad es frenética en el Oceanogràfic desde primera hora 1 Ecografía a Negra, una raya Cola de látigo, en la piscina médica para confirmar su gestación 2 David Peula, con la delfina Nala 3 Elena Herrero alimenta a las medusas 4 John Frutos, con Odi y Denali 5 El veterinario Vicente Marco con una tortuga sin aleta en la cámara hiperbárica. F