El riesgo de ser objeto de una descomunal descarga eléctrica de 100 millones de voltios es un clásico de la sección de curiosidades o de las culebrillas de verano. Los rayos despiertan admiración y temor en partes iguales, venciendo una u otra sensación según experiencias pasadas. Ponen la piel de gallina si los vemos caer cerca, eso sin excepción, y los pelos como escarpias cuando la proximidad del impacto hace temblar la vajilla rococó del aparador. Solo en ese momento nos acordamos de ella, de Santa Bárbara, patrona de las tormentas, y de todas esas cosas que leímos un día en la revista dominical: apagar y desenchufar el ordenador, la televisión, dejar la ducha para más tarde y cerrar las ventanas, no vaya a ser que haya corriente de aire y un rayo nos deje fritos. Esto último parece una desfachatez, pero es igual de probable que tener efectos secundarios tras la inoculación de la vacuna de Astrazeneca, si consideramos los datos que ofrece la Agencia Europea del Medicamento (EMA). Por eso me ha venido a la mente el tema.

Según la agencia estadounidense NOAA, que elabora numerosos estudios sobre los impactos de rayo, la probabilidad de que una de estas descargas nos golpee en un año determinado es de una entre un millón. No es el único dato que ofrece, también asigna una probabilidad entre 15.300 de recibir la descarga en una vida estimada de 80 años y considera que por cada mujer golpeada por un rayo hay cinco hombres. No es cuestión de sexos, sino de nivel de exposición, porque las víctimas suelen estar vinculadas con trabajos agropecuarios y la pesca, ámbitos mayoritariamente masculinos. Esto evidencia que no solo entra en juego el azar, también el hecho de comprar más o menos papeletas. No es lo mismo enfrentarse a una tormenta desde el sofá que hacerlo a la intemperie, sorprendidos en plena sesión de trekking. Ahí absténganse árboles, salientes, cuevas y objetos metálicos, con ellos la probabilidad de ser alcanzados ya no es la de Astrazeneca con los dichosos trombos, es la del riesgo de un tipo haciendo puenting.

La probabilidad está inundando todo nuestro entorno: porcentaje de ocupación de tal, personas vacunadas por cual. Si aún les quedan ganas, aprovechen la oportunidad para encontrar su vínculo inherente con la meteorología, donde adquiere sentido que hoy haya un 50% de probabilidades de que llueva en Alicante… o que sea más fácil que me toque el Euromillón, que un rayo. Lo prefiero.