Dos vacunas diferentes y, sin embargo, un mismo y extraño efecto secundario que ha hecho saltar todas las alarmas: tromboembolismos coincidentes con una súbita bajada del nivel de plaquetas en sangre. Primero AstraZeneca y ahora Janssen. Se trata de casos aislados y muy poco frecuentes pero por el momento ni Estados Unidos ni Europa están inoculando el suero de Janssen hasta que las autoridades sanitarias dictaminen su relación con estos trombos, pese a que la Agencia Europea del Medicamento no ha dejado de insistir en que ambas vacunas contra el coronavirus son totalmente seguros.

Pero más allá de que se trata de porcentajes de incidencia mínimos dado el volumen de vacunas administradas, 222 casos de trombos entre 35 millones de vacunados en Europa, lo cierto es que ambas vacunas coinciden en la extrañeza de estas trombosis. No se trata de las típicas coágulos que se forman dentro del red vascular. El puñado de casos detectados hasta ahora en vacunados con AstraZeneca y también con Janssen, más o menos un caso cada 175.000 inmunizados, coinciden en que estos coágulos van acompañados de niveles bajísimos de plaquetas en sangre. El análisis de estos casos confirma que de alguna manera las plaquetas de un porcentaje mínimo de pacientes que han recibido alguna de estas dos vacunas comienzan a adherirse entre sí hasta formar coágulos. Este hecho produce una caída masiva de la concentración de plaquetas en sangre dado que la mayoría comienzan a activarse y a formar coágulos.

Este cuadro clínico coincide con la trombocitopenia inducida por anticuerpos a la heparina (TIH) y se presenta con una frecuencia de entre el 1 y el 5% de los pacientes tratados con este anticoagulante.

El exterior de la filial de Johnson and Johnson, Janssen Vaccines, en Leiden.

¿Qué desencadena esta reacción y qué tienen en común las dos vacunas?

Ni la vacuna de Janssen ni la de AstraZeneca tienen en su formulación heparina. Sin embargo, sí comparten algo que podría estar relacionado con esta reacción plaquetaria. Ambas vacunas, pero también la Sputnik V, se basan en el empleo de un adenovirus como portador de la información de la proteína de la espícula del coronavirus. A diferencia de Pfizer o Moderna, estas dos vacunas utilizan un virus inocuo para el cuerpo humano cuya única función es transportar las instrucciones de la proteína S del coronavirus al interior de las células para despertar la reacción inmune.

A falta de confirmar con más estudios esta teoría, algunos virólogos creen que el propio adenovirus empleado en estas vacunas podría desencadenar una extraña reacción inmune el cuerpo bautizada ahora como  "trombocitopenia trombótica inmunitaria inducida por vacuna", abreviado como VITT, por sus siglas en inglés. Al igual que sucede con la heparina, uno de los anticoagulantes más utilizados, los adenovirus empleados por las vacunas (en realidad son dos diferentes, uno del chimpancé en el caso de AstraZeneca, y otro humano en Janssen), desencadenaría en un porcentaje mínimo de pacientes la misma coagulación anómala en las plaquetas al provocar una respuesta autoinmune y una producción masiva de anticuerpos activadores de plaquetas.