Felisa, Teresa y Josefa hacen manualidades en la sala común de la residencia. En otra mesa Rosa y Emilia realizan otra actividad de psicomotricidad fina, mientras al otro lado de la estancia otros dos ancianos ven la televisión sentados en un sillón. La vida de los mayores en las residencias va poco a poco retornando a la normalidad una vez inmunizados frente a la covid, ya con la nueva normativa de actuaciones para la prevención y control del coronavirus en centros de servicios sociales de carácter residencial adaptada al marco de la vacunación, algo más laxa en cuanto a restricciones se refiere pero todavía lejos de una verdadera normalidad precovid.

«Ese día llegará cuando puedan abrazarse con sus familiares, pero de momento dentro del centro tienen que mantener la distancia de seguridad aunque estén vacunados del coronavirus. Lo que hacen fuera cuando salen a dar un paseo ya no lo podemos controlar», reconoce María José Lassalle, directora de la residencia de la tercera edad Ballesol de Burjassot.

Con los nuevos protocolos de las consellerias de Igualdad y Políticas Inclusivas y el de Sanidad, las visitas de familiares se han flexibilizado independientemente del grado de incidencia del municipio en el que se encuentre la residencia, siempre y cuando sea un centro con vacunación completa —con un 95% de los trabajadores y residentes inmunizados—. Así, ya no hay límite de familiares por residente que puedan acudir a visitarlo al centro, ni tienen porque ser convivientes.

Los encuentros familiares se siguen haciendo con cita previa y la normativa establece que «se mantengan preferiblemente en espacios abiertos y siguiendo las medidas de higiene y protección». «Ahora vienen todos a verme, incluso más que antes de todo esto », comenta entre bromas Francisco Martín, un residente de 75 años.

El aislamiento en sus habitaciones y no poder relacionarse con otros compañeros de la residencia tenía a muchos residentes sumidos en una profunda tristeza. «Aunque hemos intentado mantener la actividad en todo momento, necesitaban una mayor interacción social. Ahora se les ve mucho más receptivos», argumenta Ana Moret, psicóloga del centro de mayores de Burjassot.

«No tenía con quién jugar al dominó, eso lo he llevado mal», reconoce Francisco, quien desde hace unas semanas ha vuelto a recuperar sus «timbas en el jardín». «Nos montamos nuestras juergas particulares», añade en referencia a sus partidillas con Nieves, Concha y Paco. Aunque no está del todo satisfecho. «No nos dejan jugar entre plantas y en la tercera no hay nadie que sepa jugar al ajedrez, que es lo mío, el único que sabía se murió», lamenta el anciano.

Un cambio de vida radical

Pese a que las medidas restrictivas se hayan suavizado en las residencias la vida para ellos tras la pandemia ha cambiado radicalmente. «Notamos que el hecho de estar vacunados todos nos da más seguridad, pero se siguen manteniendo los grupos burbuja, se les separa por cohortes para comer y realizar actividades, no hay que bajar la guardia», aclara la directora de la residencia de Ballesol.

Con un 99 % de vacunación en el centro —solo un residente está sin vacunar por alergias— «la sensación de seguridad frente a la covid es enorme y eso se ve en el día a día», explica Lassalle. «Antes iban con mucha cautela hasta a la hora de tocar los objetos», recuerda.

El foco durante más de un año de pandemia se ha puesto sobre las residencias, al tratarse de espacios cerrados en los que conviven personas especialmente vulnerables a los efectos del virus por su edad y sus múltiples patologías. Un total de 2.106 personas han perdido la vida por covid en centros de mayores de la Comunitat. No obstante, en las residencias aseguran que realmente los residentes se sentían más seguros dentro del centro que los mayores que han vivido solos en sus casas durante los meses de aislamiento. «Aquí no me ha faltado de nada, menos mal que no tenía que salir a comprar», apunta Josefa, de 87 años.

Además, en los centros han tratado de mantener la rutina de cada residente con actividades en el gimnasio y trabajo con los profesionales; con psicólogos, los técnicos auxiliares socioculturales y fisioterapeutas. En la residencia Ballesol cuentan también con musicoterapia, muy positiva para los residentes con dificultades cognitivas durante el confinamiento.

La situación en centros que han tenido que sufrir la pérdida de varios de sus residentes, como la residencia Santa Elena de Torrent, la primera de la provincia donde se detectó un importante brote en marzo de 2020, ha cambiado radicalmente en un año. Para ellos el poder salir a dar un paseo con sus familiares, después de meses sin apenas contacto y viendo que muchos de sus compañeros ya no están por culpa del covid, la nueva normativa ha sido una inyección de vitalidad.

« Fue sacarla a pasear y le cambió la cara. Ahora siempre está cantando, es su forma de decir que está contenta», asegura Josep tras visitar a su abuela Gloria, de 90 años y con problemas de Alzhéimer. «Está muy feliz de vernos, el otro día nos reconoció a todos», destaca entusiasmado este familiar que tuvo que vivir la incertidumbre de no saber si su abuela superaría el brote masivo de Santa Elena.

Las salidas y excursiones en grupo a realizar actividades fuera de las residencias también han supuesto un importante aliciente para los residentes. Esta misma semana en la residencia Savia de Cheste los ancianos salieron a hacer un taller en un vivero próximo donde vieron refugios de insectos y plantaron semillas por un futuro sin covid.