De tela, quirúrgicas, FPP2 y hasta FPP3. Desde hace un año las mascarillas se han convertido en uno de las principales herramientas de prevención de contagio frente al coronavirus. De la falta de los primeros meses a la abundancia ahora. Las hay de colores, con logotipos publicitarios y de diferentes tamaños. Nadie sale a la calle, o debería hacerlo, sin una. Su uso también ha hecho que surja todo un mercado alrededor suyo, como portamascarillas o accesorios para mejorar el acople de las cintas alrededor del cuello y evitar molestias en las orejas... pero hasta cuándo.

La Ley de la nueva normalidad exige el uso obligatorio de mascarillas en exteriores y hasta en vehículos siempre y cuando los ocupantes no pertenezcan a la misma unidad de convivencia. Tampoco se salvan las terrazas ni los restaurantes. Solo se permite no usar la mascarilla mientras se come o se bebe. Nada más.

Sin embargo, algunos países ya han comenzado a flexibilizar su uso a medida que avanza la inmunización y mejoran los indicadores epidemiológicos. Reino Unido o Israel han comenzado a relajar las restricciones tras haber vacunado ya a un porcentaje muy algo de su población.

Es precisamente ese dato, el porcentaje de inmunizados de la población, el que determinará el momento en el que el ministerio y las comunidades permitan salir de casa sin mascarilla. Por el momento, la falta de suministro de vacunas no está dejando arrancar de forma masiva las vacunaciones. Pese a ello, el porcentaje de personas vacunadas al menos con una dosis en España supera ya el 24% de la población. De ellos, el 8,6% ya está totalmente inmunizada con la pauta completa, lo que eleva a 3,45 millones de españoles (en su mayoría personas mayores y sanitarios) los que ya presentan una inmunidad frente al coronavirus superior al 90%.

Estas cifras quedan lejos de la ansiada inmunidad de rebaño que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, vaticinó para septiembre. De hecho, el propio gobierno a través de la web que ha puesto en marcha par informar sobre la estrategia de vacunación, vincula directamente esta inmunización colectiva con el momento en el que se deban mantener medidas especiales de protección, entre las que figura el uso obligatorio de la mascarilla.

Además de la mascarilla, una inmunización completa frente al coronavirus en más de 70% de la población permitiría también replantearse otras restricciones como el mantenimiento de la distancia interpersonal, la limitación de número de personas en reuniones o la elecciones de espacios al aire libre frente a los cerrados.