«Me amargo mucho pensando que si le hubiera dado los 20 euros que me pidió, quizás Olga estaría aquí, con nosotros, y no le habría pasado lo que le pasó». Lo que le pasó es que Olga Pastor, de 43 años, fue estrangulada y arrojada a la Real Acequia de Moncada, donde fue encontrada a última hora de la mañana del martes, 6 de abril, en un tramo del canal de riego que recorre 32 kilómetros y 15 municipios, muy cerca de la parada de metro de Massarrojos.

El hallazgo se producía muy poco antes de que la hermana de Olga denunciase su desaparición en la comisaría de Trànsits, en València, y tres días después de que fuera vista por última vez por sus dos compañeros de piso, que fueron quienes dieron la voz de alarma. Era sábado, día 3, y en el domicilio que compartían los dos hombres y la mujer en el barrio de La Torre de València, solo estaban esa tarde Olga y otro de los moradores. El tercero, el dueño del piso, se había ido esa mañana al pueblo, para ayudar a su padre en tareas de la casa.

El testigo, que prefiere preservar su anonimato, recuerda que vio a Olga «nerviosa y chateando todo el rato con su teléfono, pero no sé con quién». Eran las cinco de la tarde. «Me pidió dinero y le dije que no». Asegura que era frecuente que se lo pidiera, y él se lo solía dejar «porque nunca me ha fallado. Siempre me lo devolvía». Primero 50 euros, y luego, 20. Acabó dándole «bastante menos, con el compromiso de que no se fuera, que se quedara tranquila en casa. Le dije que, si quería, que comprase algo en el supermercado y que volviera a casa». Afirma que decidió acompañarla. Cogió una botella de vino y algunas cosas más, y acabaron saliendo cada uno por una puerta distinta del establecimiento. «Yo esperaba que se viniera a casa, pero entonces la vi yendo hacia la parada del autobús. Los dos que pasan por aquí llevan a donde ella quería ir, a la Malva-rosa, pero no sé cuál cogió. Ya no hablé con ella porque estaba lejos. Y no volví a verla».

Eso sí, explica que le llamó, ya tarde. «Me dijo que ya venía para y que si había hablado con el otro compañero de piso. Le dije que no, para que se diese prisa en volver, porque no eran horas de andar por la calle». Pero nunca regresó.

Llamadas sin contestar

Hubo una segunda llamada, que no escuchó, así que el contestador grabó la voz de Olga pidiéndole que la llamara. Cuando lo hizo, ya no le contestó. «Tanto en la llamada como en el mensaje, se notaba que iba caminando, la segunda vez, como si anduviese deprisa, pero tranquila. Ni lloros, ni fatiga de persecución. Y no me habló de que tuviese un problema o que la estuviesen amenazando», asegura.

Horas más tarde, recibió dos llamadas de una amiga de Olga, pero no quiso contestar. La amiga había vivido un tiempo con ellos, después de que ambas salieran de un centro de deshabituación de manera abrupta. La convivencia no fue bien y el propietario de la vivienda le acabó pidiendo a esa mujer que se fuese del piso. Ese episodio se produjo solo dos semanas antes de la desaparición y asesinato de Olga, así que el compañero de piso prefirió no hablar con ella. «Ahora me arrepiento, porque estoy seguro de que recurrió a mí porque había un problema, y yo no se lo cogí», lamenta.

En un primer momento, creyó que esas llamadas eran de la una y media de la madrugada del domingo, «pero en realidad eran de las 12.30 horas del domingo», según comprobó días después en su teléfono con ayuda de la Guardia Civil.

El dueño del piso y mejor amigo de Olga regresó el domingo por la noche. Fue entonces cuando supo que la mujer, con quien tenía una relación muy especial, no daba señales de vida desde el día anterior. La llamó «pero ya no le entraban los wasaps y al llamar, daba apagado. No era inhabitual que pasase una noche fuera, ni que se quedase sin batería», explica el propietario de la vivienda, quien maldice lo ocurrido: «Era muy buena gente, una chavala estupenda... Tenía un problema, y ese problema la ha llevado adonde la llevó. ¡Maldita la hora!».

A la mañana siguiente, fue él quien alertó a la hermana de Olga. «Me dijo que si no volvía esa noche, que presentaría la denuncia al día siguiente. Y eso hizo». Unas horas antes, un guarda de la Real Acequia de Moncada descubría su cuerpo hundido a metro y medio de profundidad y alertaba a la Guardia Civil. Conservaba su ropa y su bolso. La autopsia reveló que había muerto estrangulada. Agentes de Homicidios de ese cuerpo, que llevan tres semanas tomando declaraciones, comprobando datos de los móviles y escudriñando grabaciones de cámaras de seguridad, intentan ahora estrechar el cerco sobre el autor del crimen.