En 2020, la energía nuclear fue la principal fuente de generación de energía en la Comunitat Valenciana. El 46,5 % de la energía producida en nuestras tierras proviene de ese origen. Esto constituye un retrato fiel de quiénes fuimos y de quiénes debemos dejar de ser, para un futuro posible y saludable. Para iluminarnos, hacer funcionar casas y empresas, llevamos más de 30 años generando residuos altamente peligrosos que seguirán siéndolo para muchas vidas futuras. El recuerdo que para «desarrollarnos» vamos a dejar a hijos, nietos y tataranietos resulta decepcionante. En este sector, casi más que en ningún otro, necesitamos de forma urgente una Transición.

En 2005, junto a la Universidad Pontificia de Comillas (Cantabria), Greenpeace España reunía, en un extenso informe, el potencial de producción de energía renovable de nuestro país y de nuestra Comunitat. Tan solo desarrollando el máximo potencial de la energía eólica off shore (marina), nuestra comunidad podría autoabastecer más de 3 veces la demanda de energía estimada para 2050. ¿No decían que era imposible vivir sin nucleares?

Una Autonomía poco autónoma

Si a ello sumamos la energía termosolar (11 veces), la eólica terrestre (4 veces) o la solar fotovoltaica en edificios (más de 2 veces), obtenemos un mapa del ineficiente y contaminante sistema de producción de energía en la Comunitat Valenciana en 2021 y la necesidad de una evolución rápida del mismo.

Frente a las grandes eléctricas al uso, nuestra Comunitat tiene una gran tradición cooperativista y comunitaria. Crear una empresa conjunta (cooperativa), hacerla funcionar y que sus beneficios redunden en nuestra ciudadanía es algo por lo que está sociedad apuesta desde tiempos históricos. De hecho, la provincia de València es, de España, la que más personas tiene trabajando en cooperativas y en torno al 90 % de esos puestos de trabajo son fijos indefinidos.

El liderazgo del cooperativismo

Así, es fácil concluir que en nuestra tierra son las cooperativas las que lideran la tendencia de transformación de la producción, comercialización y distribución de energía eléctrica hacia fuentes renovables y con beneficios directos en las personas que las componen y rodean.

Conocía y he podido visitar la Cooperativa Eléctrica Benéfica San Francisco de Asís de Crevillent (Alacant). A punto de cumplir el siglo de historia, esta cooperativa tiene la emprendeduría en sus genes. Evolucionó desde sus inicios, centrados en proporcionar energía a una incipiente industria del textil, en un lugar donde las «grandes empresas» no querían llegar, a una cooperativa actual, moderna, rentable, y con una gran obra social en su zona de influencia. Su producción actual de energía se basa exclusivamente en las energías fotovoltaica e hidráulica. Pudiendo ofrecer, en los meses de verano, energía 100 % limpia a todos los hogares crevillentinos. ¿se puede o no se puede?

En toda esta serie «Una comunidad en transición», estoy pudiendo ver que detrás de todas las actividades que buscan transicionar hacia modelos más eficientes y respetuosos con la vida, hay esfuerzo, mucho trabajo y sobre todo riesgo, mucho riesgo por parte de personas visionarias y valiosas. ¿Preferiremos fomentar la emprendeduría y los beneficios sociales repartidos o las grandes empresas que ofrecen soluciones «cómodas» pero sin participación ciudadana, ni reparto de beneficios para la ciudadanía? Para transicionar, habrá que elegir. La transición ecológica energética debe ser justa, distribuida y descentralizada.

Asistimos últimamente a la entrada de grandes empresas y capitales en el desarrollo de la energía fotovoltaica. Varios macro proyectos acosan ya nuestros paisajes naturales y rurales, con un planteamiento que choca con la oportunidad de desarrollo equilibrado. Los proyectos de energías renovables deben estar dimensionados al lugar donde se instalan, para lograr un abastecimiento de cercanía, que evita pérdidas en el transporte y genera empleo y riqueza en el lugar al que abastece (economía circular). Debemos evitar reproducir con las energías renovables el modelo de grandes centrales de alto impacto en el territorio y necesitadas de grandes y también dañinas redes de distribución, cruzando el territorio.

¿Han oído hablar de las comunidades energéticas locales (CEL)? La Comunitat Valenciana lidera la creación de estas comunidades en el estado español (febrero 2021): de los 33 en creación, 8 lo son en nuestra Comunitat. Esta cifra puede multiplicarse a lo largo de este ejercicio. Pero ¿qué son? Reconocidas como actores en la Ley del Sector Eléctrico, se trata de un nuevo modo de generar, usar y gestionar energía renovable a nivel local a través de la cooperación entre ciudadanía, administración local y pequeñas y medianas empresas. Los consumidores pasan a ser actores con el derecho a producir, consumir, almacenar y vender su propia energía renovable. Las CEL pueden aprovechar cubiertas y tejados, públicos y privados, para instalación de energías renovables, mediante el sistema de autoconsumo compartido, en torno a los 500 metros de la instalación. Se aprovechan espacios ahora improductivos, autoabasteciéndose de energía renovable más económica. Sus beneficios no son financieros, sino que redundan en los socios y su entorno, mediante la creación de empleo, economía, y cuidado del medio ambiente.

¿Hay futuro o no? ¿Se animan? ¿Les gustaría ser su propia compañía eléctrica?

Pues en Llíria, Albalat dels Sorells, Fontanars dels Alforins, y Castellar-Oliveral (València) ya se han animado. También la cooperativa de Crevillent, en la pedanía de El Realengo, con una cubierta solar sobre una pista de deportes en una zona ajardinada, cubrirá el 50% de las necesidades energéticas de las 70 familias que residen allí y así se multiplican este tipo de iniciativas en nuestra Comunitat. El Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial (Ivace) y el Plan Estratégico de Comunidades Energéticas, están apoyando su creación.

El objetivo para 2030 ha de ser disponer de una CEL en cada municipio. Podemos decir que en este aspecto concreto somos una Comunidad en Transición. Somos emprendedores y solo necesitamos un marco legal abierto que permita desarrollarlo. Excluyendo las grandes instalaciones fotovoltaicas, que pretenden cubrir valles y zonas de cultivos, necesitando grandes redes de evacuación. Excluyendo también los peligrosos reactores nucleares, cuyo cierre debe ser prioritario, y las centrales de ciclo combinado de gas, modos de producir propios del pasado. La Comunitat Valenciana tiene potencial, para pasar página de un modelo centralizado y contaminante, a uno propio, descentralizado, compartido y sobre todo, creador de riqueza para quien lo utiliza: la ciudadanía.

¿Apostaremos por ello? Personalmente, y creyendo en nuestro potencial renovable y en la competencia de técnicos, gestores cooperativos, y de nuestra ciudadanía, les animo fervientemente a evolucionar la Comunitat y a no perder este tren de inteligencia colectiva y transformación.