«Los trabajos del hogar y cuidados no son nada de lo que avergonzarse. Nos lo han hecho creer, pero no es así. También nos han hecho creer que si salimos a reivindicar nuestros derechos nos van a mandar de vuelta a nuestro país, que mejor que estemos calladitas. Pero yo vengo de un país muy sindicalista, y sé que los derechos se conquistan en la calle». Cecilia Oroná tiene 46 años y tres hijos, es uruguaya y se encarga de los cuidados de una anciana de 93 años.

Es una de las más de 32.000 (sin contar las migrantes sin papeles) trabajadoras del hogar y cuidados que hay en la Comunitat, un sector tan vital como discriminado, que ayer salió a la calle para reivindicar sus derechos. Fue el 30 de abril, y no lo hicieron el uno de mayo porque su colectivo no figura en el Estatuto General de los Trabajadores y porque, explican, en muchos casos la propia clase trabajadora es su opresora.

No es el único derecho no reconocido de un colectivo que es heredero de las mujeres españolas de los pueblos, las primeras cuidadoras, a quienes las migrantes (un 95 % de trabajadoras del sector son mujeres), les han tomado el relevo. No tienen derecho a paro, no pueden cotizar por sus salarios, se sitúan al margen de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales y es el único sector que tiene reconocida la semana laboral de 60 horas semanales, en el régimen de interna. Modalidad que, consideran, «vulnera los Derechos Humanos». No son pocas las razones que tienen para protestar.

El pecado original es la no ratificación del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) por parte de España, y que muchos países sí que suscriben. En su lugar, el Gobierno decidió crear en 2011, con la complicidad de los grandes sindicatos, esta «relación laboral de carácter especial» que las denigra como trabajadoras de segunda.

«A muchas compañeras nos da miedo los portales de trabajo. Muchos hombres cuando ven una solicitud de trabajo se piensan que pueden abusar», explica Marcela Bahamón, integrante de la Asociación Intercultural de Profesionales del Hogar y Cuidados (Aiphyc). «Es la mentalidad patriarcal y machista que sigue incrustada en la sociedad», según apunta Bahamón, en muchos casos las compañeras reciben propuestas de masajes, felaciones o relaciones sexuales. Y eso solo en la publicación del anuncio.

«La abuela a la que cuido siempre me dice que soy forastera, que soy de otro lugar y no tengo derecho a nada, que mi trabajo no vale, que es uno de los peores. Pero yo siempre le contesto que es un trabajo muy digno como cualquiera. El trabajo del hogar siempre ha estado menospreciado, pero es vital», cuenta Cecilia. Como remacha Bahamón, los tratos discriminatorios por género y por origen, también son bastante comunes en el sector.

La jaula del trabajo doméstico

Trabajar de interna es ser una esclava moderna. «Siempre tienes que estar con los abuelitos, si se acuestan a la una de la mañana tienes que estar con ellos y levantarte pronto al día siguiente igual para hacer las tareas de la casa, siempre sin salir, y eso es agotador. Me tocaba solo el domingo para descansar, salía de casa a las 8 de la mañana y volvía a las 8 de la noche. Solo ese aire fresco. No te dan derecho a tener una vida, a tomarte un café, a respirar aire fresco, a tener amigas, no hay derecho a nada, es esclavitud moderna», narra Cecilia sobre uno de sus trabajos que acabó dejando a los 4 meses.

Como explica Bahamón, aunque las trabajadoras si que se rigen por el Salario Mínimo Interprofesional «puedes acabar trabajando 60 horas de interna, 6 días a la semana, por 950 euros». Es el caso de Oroná.

Un gran problema al que se enfrentan las trabajadoras de este sector para organizarse es el aislamiento en los hogares, que dificulta compartir experiencias con otras mujeres. Pero Cecilia anima a estas a intentarlo. Y salir. «A mí me pasó al principio. Llegué y solo trabajaba. Calladita la boca. Para salir al metro iba con la cabeza gacha, con un miedo constante como si la policía me fuera a deportar. Eso era por no conocer mis derechos, hasta que me informé y me empoderé. Hace poco me compré una bicicleta, y ahora ando en bici a todos lados».