La pobreza ya estaba instalada antes de la pandemia. La existencia del «trabajador pobre» como una nueva clase social no ha llegado con la covid-19. Es más, desde Cáritas llevan desde 2016 alertando de la presencia de personas con trabajo que no llegan a fin de mes, de vecinos con un empleo (con o sin contrato) que no pueden hacer frente al pago de las facturas, del alquiler o de la hipoteca y buscan ayuda en las entidades sociales.

La pandemia ha multiplicado, eso sí, el número de atenciones, ha diversificado los perfiles y ha vuelto a visibilizar las «colas del hambre», erradicadas tras mucho esfuerzo por parte de unas entidades sociales que potenciaron los economatos y los vales de comida en supermercados para evitar la «vergüenza» de quienes esperan su turno para recoger comida.

Pero tener trabajo hace años que no garantiza una vida digna y Cáritas lanza la voz de alarma con la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), una campaña que alerta sobre «cómo el impacto de la pandemia está debilitando el derecho al trabajo, y empobreciendo, precarizando y descartando a millones de trabajadoras y trabajadores, principalmente mujeres y jóvenes».

Desde la ITD han hecho los deberes y acompañan las campaña con cifras. Así, la entidad asegura que en la Comunitat Valenciana hay una tasa de paro del 16,4 % con 398.000 personas desempleadas (189.800 hombres y 208.200 mujeres) y 141.900 hogares donde todos sus miembros están en paro. Pero, además, afirman que el 87,6 % de los contratos de la Comunitat Valenciana son temporales (cifra que asciende al 89,1 % en València ciudad), según datos del Consejo Económico y Social de España (CES)), a partir de datos del SEPE de marzo de 2021.

Por último, la entidad señala que también con datos de marzo de este año, hay incluidas en ERTE 98.060 (solo en València son 46.292), según el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. Así, las entidades que impulsan en València esta iniciativa -Cáritas Diocesana, Servicio Jesuita de Migrantes (SJM), y Hermandad Obrera de Acción Católica, (HOAC)- denuncian «la destrucción en el último año de miles de empleos y que muchos de los ERTE puestos en marcha se hayan resuelto en despidos». Además, explican que los empleos considerados esenciales –muchas veces ejercidos en condiciones precarias, tanto a nivel laboral como de protección sanitaria—, tampoco se han visto reconocidos en una mejora de sus condiciones.

Ayudas que no llegan

Por último, «las medidas de protección social diseñadas para paliar los efectos de la crisis no han llegado a las personas que más lo necesitan, como tampoco ha sucedido con el subsidio temporal previsto para las trabajadoras del hogar o el ingreso mínimo vital», añaden. Y advierten: «El derecho al trabajo está en riesgo, lo que supone que el pacto social entre en crisis y, con ello, la propia democracia».

Ante esta situación, la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente insta a adoptar algunas medidas urgentes como son: «Potenciar el trabajo con derecho para todas las personas, sin distinción de edad, sexo o procedencia; garantizar el acceso a medidas de protección social para quienes no puedan trabajar o no lleguen ‘a fin de mes’; lograr el reconocimiento social y laboral de los empleos esenciales para la vida; configurar un nuevo contrato social basado en la centralidad de la persona, el trabajo decente y el cuidado del planeta; e impulsar la incorporación de la juventud al mercado laboral creando oportunidades reales de acceso al trabajo digno».

Y la pobreza aumenta para los mismos



Una de las principales consecuencias sociales de la pandemia es «el agravamiento de las condiciones de pobreza entre la población migrante en situación administrativa irregular, donde el desempleo y la economía informal son mayoritarios, sin posibilidad de acceso al sistema de protección». Así lo aseguran desde Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), tras asegurar que «esta profunda crisis pone de relieve la necesidad de un cambio de sistema productivo, basado en trabajos que aporten valor, sujetos de unas condiciones laborales dignas, y con las personas estén en el centro