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El éxito de Ayuso catapulta al modelo político antagónico al del Botànic

La izquierda intenta aislarse de la onda expansiva y subraya que no le afecta lo sucedido

Díaz Ayuso y Casado celebran anoche el triunfo desde la sede del PP en Madrid. | DE LUCA/EUROPA PRESS

Un periodista (o presunto) se acerca a la puerta del colegio electoral cuando va a entrar la ministra Irene Montero. «¿Ha dejado hoy a sus hijos con El Pirrakas que tiene a la puerta de Galapagar?» Un grupo de mujeres de Femen se hace oír cuando Rocío Monasterio (Vox) acude a votar: «Al fascismo, ni voto ni permiso», gritan mientras unos policías intentan cubrirles el torso y llevárselas. Abucheos al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mezclados con algunos aplausos al llegar a su colegio electoral. Esta es la España que deja el 4M.

Además de este ambiente de extremos y tensión, deja unos resultados muy favorables para la candidata del PP y presidenta de Madrid, y sus políticas alternativas ante la pandemia: menores restricciones aún a costa de tener peores datos que la mayoría de comunidades en incidencia del virus. El milagro madrileño puede ser discutible con datos, pero ha sido un milagro electoral para Isabel Díaz Ayuso. El estilo de acción pública, calificado de populista y trumpista y aliñado con un neonacionalismo madrileño, es el que arrolla después de una campaña muy polarizada y sin casi contraposición de proyectos.

Pero el resultado de anoche consolida también un modelo de acción política que cumple 26 años en la capital y se sostiene. Un modelo liberalista asentado en la privatización de la gestión de servicios públicos, la protección de la educación concertada y la reducción de impuestos, en especial a empresas y grandes fortunas. Un modelo en las antípodas del que propone el Gobierno valenciano.

La pregunta, obvia, desde la periferia es hasta dónde puede alcanzar la onda expansiva de este 4M. ¿Es un síntoma de lo que se avecina en la C. Valenciana o se trata de dos realidades alejadas, incluso contrapuestas, pese a estar solo a 360 kilómetros de distancia? El Consell de izquierdas intenta blindarse y en esa línea apuntaban algunas declaraciones ayer, antes de que las urnas se sellaran. Son «unas elecciones de carácter autonómico», remarcó el president de la Generalitat, Ximo Puig, «desde luego a nosotros no nos afecta», afirmó. El tiempo dirá si afecta o no, pero este 4M deja varios mensajes.

Ciudadanos, un golpe más

El más claro es la situación agónica de Ciudadanos, que profundiza en su descomposición, iniciada el 10 de noviembre de 2019 y no revertida. Tras la fuga de Toni Cantó al Madrid de las cañas de Díaz Ayuso y la debacle en la capital, la cohesión del grupo naranja valenciano en Corts puede saltar por los aires en cualquier momento.

Por otra parte, el PP valenciano, en proceso de renovación de liderazgos, es lógico que se sienta capaz de absorber los restos de Cs y seducido por el estilo populista triunfador en Madrid. Más cuando ha de explorar caminos alternativos una vez que ya fue derrotado en 2019 por la izquierda. Se puede esperar una campaña del PP de cambio de tendencia en España que será viento de cola para Carlos Mazón, si finalmente es el futuro rey del PPCV. Al Botànic le queda aferrarse al discurso de que Madrid no es la C. Valenciana.

El mensaje que queda también para la izquierda valenciana es que las campañas de polarización no favorecen a las opciones de moderación. Aviso a estrategas electorales: piensen dos veces los pasos porque ya han visto cómo queda el panorama después del anuncio, que parecía triunfal, de la moción de censura en Murcia. Quien lo diseñó queda tocado.

La realidad es que, dos meses después, el PSOE no gobierna en Murcia y retrocede en Madrid hasta una posición menor, por detrás en votos de Más Madrid, la fuerza vencedora de la izquierda. Es otra lectura desde la óptica valenciana: hay vida (mucha) a la izquierda del PSOE. Seguro que el resultado de Más Madrid, los socios de Compromís en la plataforma Más País, insufla confianza a la coalición de Mónica Oltra.

La noche deja también a una extrema derecha que mantiene su tendencia al alza incluso al lado de la derecha que más se le aproxima en formas y postulados.

Y la noche deja a Podemos en una situación enrevesada. Resiste, avanza, pero el efecto Pablo Iglesias no logra multiplicar las aspiraciones. Su marcha sitúa a los morados valencianos ante un futuro de riesgo: ante el reto de sobrevivir al padre.

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