Hemos dejado atrás un abril fresco y húmedo en la vertiente mediterránea. Y sobre todo, muy sombrío, ya que tuvimos muchas menos horas de sol respecto a lo que suele ser habitual en nuestra zona, y de hecho en el litoral gallego o a orillas del Cantábrico pudieron disfrutar más del astro rey. Es algo llamativo, pero es una buena muestra de lo variable que puede ser el tiempo dependiendo en qué región estemos. Con los vientos del oeste en Galicia pueden no ver el sol en días, mientras que aquí nos torramos con el poniente, y viceversa, ya que cuando predominan los levantes o los surestes, en el norte y en el oeste sacan las sombrillas, mientras que aquí las nubes dominan la situación y tenemos lluvias, aunque en general no suele prolongarse demasiado en el tiempo. Sin embargo, marzo y abril fueron poco soleados en el este y en el sureste, y algo que me llamó la atención fue lo rápido que echa de menos la gente nuestra luz, la famosa luz del Mediterráneo, que inunda todos los rincones de nuestras casas, e incluso conozco a personas afectadas anímicamente por la persistencia del “mal tiempo” (que ya sabemos que es un término relativo). No obstante, aunque la percepción es que han sido unos meses extremadamente lluviosos, en realidad no ha sido así. Más días de lluvia no implica que el acumulado sea superior, y un buen ejemplo lo encontramos en el año 2019, cuando en numerosos observatorios del centro y sur de Alicante batimos muchos récords de lluvia, que cayeron concentradas en unos pocos días. Eso sí, gracias a las nubes y a la humedad de estas semanas, aunque vaya cayendo poco a poco el suelo retiene muy bien la humedad. Ahora tendremos una situación más primaveral por aquí, con ascenso paulatino de las temperaturas y algún chaparrón. El verano climatológico asoma en unas semanas.