Las ciudades situadas en el litoral tienen un gradiente térmico diurno elevado entre las áreas más alejadas de la costa y la playa, especialmente en primavera y en verano, con temperaturas máximas claramente más bajas cerca de la playa en comparación con la parte de la ciudad más alejada de la playa por efecto de las mareas que transfieren la relativa frescura del agua del mar al aire en las partes de la ciudad adyacentes al mar. No es de extrañar que la temperatura máxima en el observatorio de AEMET de Barcelona (situado a 100 metros del mar Mediterráneo) en un día de julio sea de 27ºC, y en cambio en la Zona Universitaria (situado a 5 km del mar) es de 31ºC. La isla de calor nocturna es más débil en las ciudades costeras respecto ciudades alejadas del mar donde la marinada no llega o llega más recalentada. La marinada provoca una cierta disipación del calor generado por las superficies urbanas en las ciudades costeras ya que hay una mezcla del aire superficial en un volumen mayor por efecto del viento. Así los gradientes térmicos urbano-rurales son más débiles en las ciudades del litoral respecto ciudades del interior en Cataluña. En Cataluña la isla de calor urbana no es muy superior en Girona en invierno respecto al verano si comparamos las diferencias térmicas urbano-rurales observadas en transectos nocturnos o comparando las mínimas de los observatorios urbanos y rurales del invierno y el verano (5,3º versus 4,9º). En cambio en Barcelona en enero la diferencia media en las mínimas entre el centro urbano y el aeropuerto es de 3,3ºC y en julio sólo es de 2ºC.