Es la frase que más he escuchado en este último fin de semana, en el que las tormentas volvieron a descargar con fuerza en bastantes zonas del país.

Estamos en una época en la que las precipitaciones son principalmente de carácter convectivo, es decir, aguaceros tormentosos. Este tipo de precipitación se caracteriza por su tremenda irregularidad y su carácter local, ya que los acumulados de lluvia pueden variar muchísimo en pocos kilómetros, y en algunos casos hay diferencias destacable incluso en cientos de metros. Por tanto, puede pasar que en un pueblo se está cayendo el cielo, mientras que en el de al lado la lluvia no haga acto de presencia.

La proliferación de apps y las previsiones automáticas que encontramos en muchas webs tampoco ayudan, y de hecho me he dado cuenta que muchas personas piensan que están realizadas por meteorólogos, cuando no es así. Eso sí, la culpa se la lleva el meteorólogo.

Creo que los que estamos en el mundo de la divulgación tendríamos que esforzarnos un poco más en hacer entender a la población la gran dificultad que existe a la hora de realizar una previsión ante fenómenos que afectan a zonas muy localizadas, y también deberíamos en priorizar la previsión probabilística frente a la determinista, que es la que predomina hoy en día en los medios. Y quizás algunos se dieran cuenta que es muy fácil decir desde fuera que los meteorólogos no dan ni una y que para qué trabajan. Después cae una gran tormenta en su pueblo y desaparecen sin dejar rastro. Está claro que a todos nos interesa saber si va a llover o no para no fastidiarnos el plan de playa o la planificación de un evento, pero hay que entender que a pesar del enorme avance que hemos visto en los últimos años en los modelos, todavía hay eventos que son muy complicados o imposibles de prever, como puede ser una tromba de agua muy localizada. Ya les gustaría a los meteorólogos de hace 20 años disponer de las herramientas que hoy en día puede consultar cualquiera.