Cuando hablamos de actividad solar nos referimos al estado del campo magnético del sol y fenómenos asociados como manchas solares, viento solar o eyecciones coronales. Los períodos de mínima actividad solar son aquellos en los que estos eventos suelen ser poco frecuentes o muy débiles; y en cambio, períodos de máxima actividad solar sería cuando pasa todo lo contrario. Hace unas días escribí para Meteored que la revista Space publicó una noticia en la que se cuestiona si el sol puede entrar en hibernación. Nuestra estrella tiene un ciclo particular que dura aproximadamente 11 años, y el número de manchas solares sirven para indicarnos este cambio. Aunque fue alrededor de 1609 cuando fueron observadas por primera vez, no fue hasta 1775 cuando se entendió que estas manchas aparecían y desaparecían de manera cíclica.

En 1848, el astrónomo suizo Rudolf Wolf realizó sus propias observaciones a partir de otras escritas por diferentes astrónomos de la época. Su propósito era calcular el ciclo de 11 años y contar el número de manchas solares a partir de fórmulas matemáticas. Según el cálculo de Wolf actualmente nos encontramos en el ciclo solar 25, que comenzó entre diciembre del 2019 y enero del 2020. Durante el pasado año el ciclo tuvo un 80 % más de manchas solares que el el período equivalente del ciclo solar 24. Esta información sugiere que el ciclo actual puede de hecho ser más fuerte, en lugar de más débil como decían. Según Doug Biesecker, copresidente del Panel Internacional de Predicción Solar, el ciclo solar actual será muy parecido al pasado ciclo 24, aunque con un comienzo más 'rápido'.

Las predicciones meteorológicas las utilizamos todos los días y las tenemos muy accesibles en nuestros móviles, ordenadores y televisiones... ¿y los pronósticos solares? Si se tiene en cuenta que cada ciclo solar consta aproximadamente de 11 años, es prácticamente una novedad, ya que el primer pronóstico solar se emitió en 1989, y por aquel entonces era el Ciclo Solar 22. Resulta esencial predecir con éxito el clima solar y más cuando hay una razón práctica muy urgente para hacerlo. Los eventos de llamaradas solares fuertes y las eyecciones de masa coronal, que probablemente ocurran alrededor de la época de los máximos solares, pueden alterar la tecnología moderna, como ocurrió en 1989, cuando una tormenta geomagnética destruyó grandes transformadores de la red en Quebec, con importantes consecuencias.