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"Ser madre no es solo una decisión personal, hay condicionantes externos"

Las valencianas tienen su primer hijo a partir de los 31 años, más tarde que hace dos décadas cuando la media se situaba en los 29

Arantxa Duque, psicóloga de 39 años con su hijo Adriel, de dos años y medio en el salón de su casa cerca de València. | FERNANDO BUSTAMANTE

¿Ser madre es una decisión individual o colectiva? Cada vez nacen menos criaturas y la edad de la primera concepción aumenta. En la Comunitat Valenciana vinieron al mundo hace un lustro 43.912 bebés; en 2020, 34.712. Además, de media, las mujeres valencianas se quedan embarazadas a los 31, una edad que ha aumentado en dos años desde 2000, cuando el promedio se situaba en los 29,2 años. Una cifra que se elevaría hasta los 33,3 para 2067, según la proyección del Instituto Nacional de Estadística (INE).

¿A qué se debe este aumento? ¿Son ellas las que deciden posponer la aventura de ser madre? ¿O es una decisión que se adapta a las circunstancias vitales derivadas de una realidad social? Noemí López Trujillo reflexiona en su libro Vientre vacío sobre esta cuestión. «Dicen: ‘Mi cuerpo, mis decisiones’. Pero, de algún modo, un presente de precariedad e incertidumbre condiciona y marchita mis expectativas y decisiones».

Alicia Villar, profesora de sociología de la Universitat de València, sostiene que la decisión tiene un componente colectivo para las mujeres que sí desean ser madres (pues las hay que no quieren hijos). «La maternidad en todas sus vertientes (biológicas o no) es una construcción social. No es solo una decisión individual sino que depende de dónde vivas, la idea colectiva de lo que significa ser madre y tus condicionantes externos y socioeconómicos».

Arantxa Duque tiene 39 años y tuvo a su niño Adriel con 37. Ella respalda la tesis de Villar. «¿Que si me hubiese gustado tenerlo antes? Sí, pero las condiciones de trabajo no acompañaban. No teníamos estabilidad», cuenta. «Fuimos a por él cuando fue el momento idóneo, ya teníamos un trabajo estable».

Ser madre se planifica. Más que antaño, pues necesitas garantizar que tendrás recursos. Lo cuenta Arantxa. «Siempre quise ser madre y joven, pero cuando vas viendo tus circunstancias lo pospones». «Yo decidí estudiar y desarrollar mi carrera profesional, por lo que antes de los 35 no iba a ser, y tampoco era un agobio porque hoy en día es la norma», dice.

Las mujeres trabajan y se dedican a la crianza, y eso es un logro, añade, pero es cierto, según reconoce, que se han cambiado los momentos vitales.

«Creo que ahora ya no es un estigma ser madre mayor, se ha vuelto un patrón», asegura Villar, aunque matiza que tiene un componente cultural y de clase. «La cultura hegemónica invita a que se dé esta situación, pero todo depende de cada familia, las mujeres migrantes son madres más jóvenes».

Los tempos han cambiado. Los vitales y los biológicos, que se adaptan a la vida de las mujeres del siglo XXI. Mariam Obiol, coordinadora del grupo de anticoncepción de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de la Comunitat Valenciana constata que muchas de las mujeres que acuden a su consulta tienen más de 30 años y a partir de esta edad la facilidad para concebir disminuye. «Esto frustra, porque aunque tu cuerpo sea joven, tu fertilidad va envejeciendo».

La edad perfecta, a los 20

La ginecóloga Ana Casanova añade que el hecho de que se tengan menos hijos —muchas veces solo uno— también hace que retrasar el momento de parir no sea un problema. La edad perfecta (biológicamente hablando) oscila entre los 20 y los 25 años. Pero la medicina va avanzando y, de la misma manera que las mujeres más mayores pueden usar el «comodín» de la reproducción asistida, la atención médica está más centrada en la mujer y sus cuidados. «El piel con piel y el decidir cada punto de tu parto es algo que comienza a ser una realidad, por fin», dicen las ginecólogas.

Pero ser madre no acaba en el parto. Implica criar, conciliar y sobrevivir en un mercado laboral marcado por la productividad. Y más en un momento, añade Alicia Villar, en el que el trabajo «es el centro de la vida y no es la vida la que ocupa ese centro». «El día a día choca con la maternidad, que exige pausa», asevera. «Y si además, si tienes un trabajo precario con horarios imposibles, hay amenaza de despido. Esto deja a las madres muy desprovistas de garantías», añade.

Arantxa, por su parte, se siente afortunada por su situación laboral, que es favorable a la conciliación. Sin embargo, reconoce que «todo va muy rápido y no se tiene en cuenta que tienes hijos». «Cuando estás esperando te ponen una alfombra roja pero cuando das a luz, todo es como antes. Para todos menos para ti, claro. Entonces todo cambia», lamenta.

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