Si hay una cualidad que debe tener la persona voluntaria en cooperación es «la humildad». Así lo asegura Francisco Cumbreras, un cooperante con más de 30 años de experiencia y que realiza esta entrevista desde El Salvador, donde colabora con Cerai, tras sumar experiencias en más de cinco entidades y 17 países de África y América.

«La humildad es una condición imprescindible si se quiere ser aceptado. La falta de humildad en una persona voluntaria hará que su ego domine su comportamiento y no le permita aceptar otras condiciones, otra forma de entender la vida, otra forma de hacer las cosas. Como consecuencia, no aprenderá ni tampoco se alimentará de esa situación nueva que estará viviendo», afirma.

Francisco explica cómo cambia la visión y la perspectiva en función del lugar del planeta en el que uno viva. « En sociedades con muchas necesidades materiales y también en sociedades afectadas por guerras, aprendes a admirar la capacidad de la gente para llevarse bien, aunque parezca contradictorio. En una ocasión hice una misión de algo más de un año en Congo, un país azotado por guerras internas y guerrillas; es admirable la positividad de la gente en el trato cotidiano y cómo las personas apartamos lo negativo para apreciar y mimar la opción de entenderse y comunicarse. Cuando vienes de estos contextos te ríes tú, por ejemplo, de la guerra interna en la está enzarzada nuestra clase política», afirma.

Aprendizaje constante

El cooperante explica cómo el voluntariado aprende a apreciar «cosas muy simples para nosotros pero que no son fáciles de conseguir y mantener, tales como que vayas por la calle sin riesgo a que te maten, o que te pongas enfermo y acudas a un sistema de salud sin el impedimento del dinero o la opción del acceso a la educación». Además, afirma que la cooperación «te enseña que son posibles otras opciones a las que el sistema te muestra como únicas posibles; por decirlo de otra manera, la cooperación y el voluntariado te muestra que aspirar a ser un espíritu libre es factible».