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Salam Zahran

"València puede ser el punto de unión de todo el Mediterráneo"

Zahran lamenta la situación que vive su país: «Tenemos paralizaciones del suministro eléctrico, hospitales sin capacidad para atender la covid y colas con horas de espera en las gasolineras»

Salam Zahran, especialista en Derechos Humanos, en la exposición ‘El tiempo suspendido’. | GERMÁN CABALLERO

El 4 de agosto tembló Beirut. Una explosión de 500 toneladas de nitrato de amonio causó 215 fallecidos, miles de heridos y dejó una ciudad derruida. «Fue otro problema más que se une a una cadena de crisis: política, económica, social y la sanitaria de la covid», explica Salam Zahran. Es joven, mujer y libanesa y su voz se alza como especialista en Derechos Humanos por la Universidad Árabe de Beirut. Lo hace estos días desde València, una ciudad que ve como «punto de encuentro mediterráneo», en una visita en la que ha participado, entre otros compromisos, en una mesa redonda en la Universitat de València como parte del ciclo «El tiempo suspendido».

¿Por qué deberíamos hablar en la Comunitat Valenciana de lo que ocurre en Líbano y en Oriente Medio?

Creo que por varios motivos. El primero es geográfico, somos de la misma área, no de la misma región, pero sí todos localizados en torno al Mediterráneo. La Comunitat Valenciana ha tenido muchísima influencia cultural árabe y contamos con muchos puntos de unión. Pero no solo por eso, España ha sido afectada por la crisis de los refugiados de Siria y aunque no tiene una frontera directa, sí que tiene una influencia directa. Además, creo que València puede ser un punto de encuentro entre la zona del Medio Oriente y el resto de España y Europa.

¿Por qué?

Además de por su ubicación geográfica, también tiene mucho que ver la historia y la cultura. Hay una gran influencia en la forma de vida, es una sociedad abierta que mira al Mediterráneo y que puede ejercer ese papel de mediación, de lugar de reunión.

La sensación es que es una zona en conflicto constante.

En los últimos años Oriente Medio ha tenido numerosos problemas y conflictos, guerras e invasiones, pero no es una elección de la gente, no es una elección de la población. En muchas ocasiones es una consecuencia de las decisiones exteriores, de la política internacional de grandes potencias. Nadie quiere tener una guerra en casa.

Una de sus consecuencias son los refugiados que huyen de la guerra y sus consecuencias.

Sí, y cuando hablamos de acogerlos en nuestros países forma parte de la cohesión social. En Líbano no teníamos los recursos ni las infraestructuras, pero hemos acogido a millones de personas y hemos sido país de paso también para muchísimos.

¿Cuál es la situación del país?

Muy mala y muy triste. La economía ha colapsado con una de las inflaciones más altas del mundo, tenemos cortes de electricidad, pero no cortes puntuales, sino una paralización que puede durar horas o una parte del día, colas en la gasolinera para llenar el depósito, hospitales sin capacidad alguna para atender a los pacientes más graves de covid... Y a todo se une la explosión de Beirut que es algo inexplicable.

¿Hay posibilidades de un cambio?

No puedo decir que no hay esperanza, mi trabajo es defender los derechos humanos. Quizás no hay un optimismo para un cambio a corto plazo, pero se puede dar a largo plazo. Aunque el primer paso debería ser que la ciudadanía tuviera un gobierno en quien confiar.

¿Qué papel está jugando la mujer y el feminismo?

Es algo que está creciendo y en las protestas de los últimos meses se está viendo. Muchas mujeres jóvenes están en primera línea porque sienten que son parte y necesitan ese cambio que se reiovindica. El papel del feminismo, sin duda, es fundamental para el cambio en el Líbano y estamos en el camino.

¿Y cuál es el ánimo entre la juventud?

Están abandonando el país y buscándose la vida fuera. Hace unos meses te hubiera dicho que había cierto optimismo, pero ahora digo que la sensación generalizada es pesimista.

¿Cómo afecta también el papel de la religión?

Afecta negativamente porque el espacio político se reparte de manera confesional, por religiones, y hasta para algunas decisiones como el matrimonio tiene que ir a la justicia que representa tu religión. Hay un impulso para reivindicar un sistema civil.

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