La situación en la que se vio envuelto el valenciano de 21 años Alejandro Ocaña el pasado fin de semana en València fue tan similar a la que se saldó con el asesinato del gallego Samuel —con apenas horas de diferencia— que Alejandro no puede evitar pensar que podría «haber acabado muerto». Ambas fueron agresiones homófobas en las que se profirió la palabra «maricón», ambas comenzaron con un malentendido y en las dos un grupo numeroso de chicos dio una paliza a una persona del colectivo LGTBI. La diferencia entre los dos ataques es la fina línea entre la vida y la muerte. «Al venir a pegarme me decían: ‘¿Me estás vacilando, maricón?’, se me quedó grabado eso», dice a Levante-EMV Alejandro Ocaña.

Ayer, Ocaña presentó una denuncia por delitos de odio acompañado de la fiscal Susana Gisbert en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana (TSJCV). Después de recorrer varias comisarías sin éxito durante el fin de semana, la organización por los derechos de las personas LGTBI Lambda y el servicio Orienta, dependiente de la Generalitat, se pusieron en contacto con él para asesorarle legalmente.

Este joven estudiante de último curso de Bellas Artes en la Universitat Politècnica de València y natural de Vila-real ha pasado estos días por una pesadilla. «Es muy triste reconocer que soy un afortunado. En algún momento, a alguien de mis agresores se le podía haber ido la mano con un mal puñetazo y hacer que paren es muy complicado», recalca.

Todo empezó con una broma. Alejandro había salido a tomar una cerveza por la zona de la avenida Blasco Ibáñez del cap i casal cuando un chico se acercó a pedirles dinero. «Esa noche mis amigos y yo teníamos teníamos una broma entre nosotros, nos decíamos ‘mira qué culazo’», explica Alejandro. Cuando el desconocido llegó a pedir dinero, él contestó con esa misma chanza. «Dinero no tengo, pero tengo un culazo...», le dijo. Y ahí se torció la noche. «El chico se sintió súper ofendido por la mariconada que le acababa de soltar, ¿pero qué culpa tengo yo de que mi grupo de amigos sea queer? En nosotros no estaba la culpa», argumenta. Le pidió disculpas por si la broma había sido de mal gusto, «pero no sirvió de nada».

El agresor se alejó pero regresó «al minuto» y acompañado de diez personas, según el relato de la víctima. «Mis amigos dieron un paso al frente para intentar alejarlos de mí, que era el objetivo». En ese momento llegaron esos «¿me estás vacilando, maricón?» y pocos segundos después los puños y la sangre. «Lo más grave fue un puñetazo en la boca que me dejó un hematoma que todavía me dura y varios puñetazos más que no me han dejado ninguna secuela».

Un amigo suyo intentó defenderlo y consiguió que la turba dejara a Alejandro para centrarse en él, que consiguió escapar corriendo sin sufrir heridas físicas. Le robaron el teléfono móvil, pero evitó un ensañamiento mayor.

No hay rastro de los agresores y Alejandro no confía en que los puedan detener, a pesar de lo cual ha puesto la denuncia para que su caso «sirva para erradicar ese tipo de situaciones». El estudiante valenciano que sobrevivió casi de manera simultánea a la muerte de Samuel atribuye la concentración de ataques homófobos a que hay «muchos discursos de odio» que dan «fuerza» a los agresores para «campar a sus anchas, sabiendo que va a haber una comunidad que los va a respaldar».

El Gobierno condena la violencia contra el colectivo LGTBI

La delegada del Gobierno en la Comunitat Valenciana, Gloria Calero, condenó y lamentó ayer las últimas agresiones homófobas. Asimismo, animó a denunciarlas siempre y lanzó una advertencia a los agresores: «Vamos a ser intolerantes». «Desde la Delegación de Gobierno, la Policía Nacional y la Guardia Civil estaremos alerta a todo tipo de agresiones para que no queden impunes», garantizó en declaraciones ayer después de días de protestas en toda España por el asesinato del joven Samuel en A Coruña. Ante este caso y el resto de agresiones homófobas, como la de Alejandro Ocaña en València, Calero ha lamentado que parece que se esté «retrocediendo en el tiempo» porque no es posible que en pleno siglo XXI se produzcan «en una España democrática y una España libre».