La vacuna contra la covid es para prevenir los efectos más graves del virus, poner fin a la pandemia y, en algunos casos, algo más. Más que un selfie (o su neologismo vaxxie) para ilustrar las redes sociales o un certificado para viajar. Para algunas personas, como las que comenzaron a recibir la inyección ayer en el Centro de Atención a Inmigrantes (CAI) de València es una forma de entrar en el sistema de salud, de saltar la línea (a veces invisible) que en muchos casos separa el margen.

La Conselleria de Sanidad prevé vacunar a 5.000 personas sin hogar o en extrema vulnerabilidad durante este mes. Lo está haciendo con Janssen, monodosis, por la dificultad de convocar a un colectivo que las organizaciones sociales, explican, es «muy heterogéneo», con una población flotante y que requiere una atención pormenorizada.

«Que se haya tenido que hacer un protocolo específico para estas personas demuestra que están fuera del sistema sanitario», expresa desde Accem, Ana López, una de las entidades integrantes de la Plataforma Sense Llar. «Queremos que la vacunación sea una oportunidad para integrarlos, que sepan dónde acudir en caso de necesitarlo», añade la representante de la ONG.

El CAI es uno de los puntos en los que se va a llevar a cabo esta inmunización. Es el primer centro donde se vacuna en València. Ayer casi medio millar. Más que hablar de edades o localidades, antes de entrar se mencionaban nombres de entidades sociales. Cada una con un turno. Son las que se han encargado de informar, concienciar, captar y organizar a las personas beneficiarias porque son ellas las que mejor conocen eso de Ortega y Gasset del «yo soy yo y mis circunstancias».

La primera pregunta antes de entrar por parte del personal sanitario, en este caso, del departamento del Hospital General, es si llevan o si tienen SIP. La diferencia expresa la situación de una población para la que poder acudir al médico no es un derecho (debería) sino que se convierte en un privilegio del que le separa mucha burocracia y el miedo a que esta se les acabe volviendo en contra. Así, antes del pinchazo, reciben (en caso de no tenerlo) uno provisional, de seis meses de validez.

Muchos han llegado hasta allí caminando de forma individual, por parejas o incluso en grupos acompañados por alguna de las asociaciones que están inmersas en el proceso; en algunos casos, en furgonetas habilitadas por estas entidades desde otros municipios como Torrent. «Nuestro compromiso es acompañarlos y estar vigilantes de que se llegue al máximo de población, que no se quede nadie atrás», indica el coordinador de Médicos del Mundo en la Comunitat Valenciana, Javier González.

F. es un hombre de Mali que espera con una tirita puesta en el brazo los 15 minutos habituales posteriores al pinchazo. Tiene 35 años y está contento por la vacuna porque había escuchado los efectos que podía generar el virus en caso de contagio. «Yo estoy fuerte, él no», dice señalando a su compatriota y compañero de habitación que también ha ido a vacunarse, M., porque le empieza a molestar el brazo tras el pinchazo. Una sensación que F. no ha tenido.

En la cola se ven pasaportes como forma de identificación, auriculares escuchando música y móviles preparados para inmortalizar el momento. Es el caso de Magdalena, de Brasil, que graba el pinchazo en su brazo izquierdo. «Es para enviárselo a mi familia luego, que vea que estoy bien», cuenta. Tiene 44 años y la inmunización es un primer paso para poder salir del país e intentar ahorrar e ir a ver a su hermana en Grecia.

En los últimos días, explica Ana López, ha aumentado el interés de este colectivo por la vacunación. El repunte de casos preocupa que acabe llegando a aquellas personas que tienen una mayor socialización y que sufran sus efectos y las derivadas de los problemas económicos y de vulnerabilidad social.

También será diferente, explican, el día después del pinchazo. «No es lo mismo tener fiebre y saber que tienes que tomarte un paracetamol y tumbarte en casa que estar en la calle», expresan las entidades, quienes insisten en la idea inicial: la vacunación es más que un escudo contra la covid, debe ser un avance en derechos.