La vacuna de los dolores de cabeza dice adiós. Y la referencia a los males de cráneo no es por los efectos secundarios (aunque en algunos momentos fuera señalada por esto), sino por los quebraderos provocados por la falta de organización. La Comunitat Valenciana no recibirá ni una dosis más de AstraZeneca porque, según adelantó la Cadena SER, el Ministerio de Sanidad no repartirá más dosis, ya que la UE no ha renovado los contratos con la compañía, y salvo que alguna autonomía lo requiera expresamente.

En realidad, el número de entradas en las neveras llevaba sin moverse desde principios de julio. Su despedida en el reparto no será el adiós definitivo del suero de la campaña porque todavía quedan sexagenarios y personal esencial por recibir su segunda dosis, e incluso en el caso de los primeros, todavía hay unas 40.000 personas entre 60 y 65 años sin un solo pinchazo.

Su salida no se hará entre lágrimas, sino más bien entre reproches por haber enviado solo un tercio de lo esperado.

La campaña de vacunación con AstraZeneca en la Comunitat Valenciana ha dejado más titulares vinculados a problemas logísticos y de regulación que grandes cifras de inmunización. Fue la tercera en llegar, a mitad del mes de febrero, cuando la campaña de vacunación se sujetaba exclusivamente en el hilo de Pfizer y Moderna y sus sueros no habían atravesado los muros de residencias y hospitales.

AstraZeneca tenía la ventaja de ser más barata, contar con una conservación mucho más sencilla que la ultracongelación de Pfizer y Moderna (derivada de la tecnología que usaba cada una, ARN mensajero frente adenovirus), una distribución más cómoda y una distancia entre pautas de 10 a 12 semanas, lo que permitía (semi) proteger a un mayor grupo de población con un pinchazo. Iba a ser la clave para potenciar la gran vacunación masiva de primavera, pero apareció el «y sin embargo» que cantaba Joaquín Sabina.

Su entrada ya tuvo el problema de la normativa que se fijó para su pinchazo: solo para menores de 55 años. Se empezó a vacunar a personal sociosanitario, de emergencias y docentes. Los casos de trombocitopenia detuvieron su inoculación, representado con el «no se pone ni una vacuna más» gritado por un médico en el hospital de campaña de La Fe. Se reanudó días después para suspenderse al poco tiempo para los menores de 60 años. Si ya había ríos de tinta del tema, se generaron cataratas, lagos y hasta mares sobre cómo completar la pauta. Pero eso solo fue la mitad del problema. La otra parte estaba en los números. Para los seis primeros meses del 2021, la compañía anglosueca se había comprometido a enviar 300 millones a la Unión Europea, de los que tres millones debían acabar generando anticuerpos en 1,5 millones de valencianos (a doble dosis por inmunizado). Sin embargo, de estas solo han llegado poco más de un millón (1.009.800), un tercio de lo previsto, con reunión entre el president de la Generalitat y los responsables de la compañía de por medio. En esta, a finales de marzo, la compañía se comprometió a enviar 600.000 dosis en tres meses, a razón de 200.000 cada 30 días. El número se alcanzó (más de 750.000), pero con ritmos totalmente aleatorios. Así y todo, pese al envío de menos dosis, su limitación para ser inoculada a determinados colectivos (ahora solo está aprobada para sexagenarios y segundas dosis de personal esencial) ha provocado que sobren cerca de 40.000 dosis, a la espera de futuras repescas aumenten el número actual de casi 520.000 personas inmunizadas con AstraZeneca, la primera vacuna que dice adiós.