Lejos de equidistancias, es indiscutible la necesidad de cambiar el modelo energético y económico, y también social, para frenar el cambio climático y, sobre todo, la contaminación y el deterioro ambiental a nivel global. No obstante, me hago cruces con algunas de las cosas que veo y leo en las últimas semanas. El calentamiento global antropogénico puede estar siendo determinante en el aumento de eventos extremos por todo el mundo y es evidente que hemos de luchar por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Eso es incuestionable. Ahora bien, oír en tertulias variopintas a todo tipo de opinadores, sin formación específica en este campo, ligar indisolublemente estos eventos con el cambio climático, o a responsables políticos diciendo que para evitar las inundaciones debemos actuar frenando ese cambio resulta estúpido. Según parece, si eliminamos la influencia humana en el clima global, éste se volverá suave y magnánimo con nosotros, y no nos “atacará”, el planeta dejará de defenderse y de ser hostil. Insisto, ¿hablamos en serio? La vuelta a un clima “normal”, si entendemos por tal aquel que no tenga influencia humana, no nos va a librar de inundaciones, vendavales, olas de frio y calor, porque da la casualidad de que estos extremos también estarán, aunque no actuemos. Los riesgos naturales a nivel global tienen tres patas y hay cierto empeño por parte de la opinión pública en fijarse solo en el desencadenante, la peligrosidad natural, que se supone puede aumentar con el actual calentamiento antropogénico. No obstante, el hombre, donde seguro puede actuar, al margen de la peligrosidad, es frenando la exposición y la vulnerabilidad. Debemos actuar con una adecuada ordenación territorial que impida que nos pongamos en lugares de riesgo, como demuestran de forma flagrante las zonas inundadas en Alemania que, por cierto, ya habían sufrido inundaciones históricas. Desde el punto de vista de la vulnerabilidad, debemos aplicar sistemas adecuados de prevención y protección civil que, en caso de desastre, puedan paliar al máximo los daños. Los gobiernos están más cómodos y alejados de su responsabilidad real si solo se fijan en algo global, como la emisión de gases de efecto invernadero, y salen de rositas en su verdadera responsabilidad de proteger a la población ante eventos extremos, que se van a seguir repitiendo sí o sí al margen del cambio climático.