El Eurobarometro es un buen indicador de la opinión de los europeos en determinadas cuestiones, en un momento concreto. Ahora se ha hecho público un documento especial del mismo sobre el Cambio Climático, a partir de un trabajo de campo llevado a cabo entre marzo y abril de 2021. Los resultados no dejan lugar a la duda: el proceso actual de calentamiento climático es el principal problema presente y de futuro para los europeos, por encima de otras cuestiones sociales y económicas o de la propia crisis sanitaria (pandemia) que estamos padeciendo desde hace más de un año. El cambio climático es la “estructura” sobre la que debemos construir el futuro de Europa. Un futuro que estará marcado de “coyunturas” complejas, difíciles, preocupantes, como la actual pandemia. Como señala con acierto el prof. Juan Romero, el cambio climático va a ser el gran eje de políticas públicas y acciones privadas de este siglo. Una cuestión que debe encontrar los consensos necesarios entre gobiernos e ideologías. El cambio climático está por encima de las ideas. Es un hecho cierto, basado en datos científicos. El Eurobarometro es concluyente. Europa debe seguir siendo una de las locomotoras mundiales en la lucha contra el cambio climático. Aunque los matices regionales son curiosos. Frente a los países del centro y norte de Europa donde la conciencia sobre el cambio climático es creciente, España considera la economía el principal problema a abordar, muy por delante del cambio climático, reduciendo la preocupación por el cambio climático respecto a la anterior encuesta de 2019. Un dato entendible, pero preocupante. Curiosamente somos uno de los países europeos con mayor confianza en las instituciones públicas y en las políticas puesta en marcha para mitigar (energía) y adaptarse al cambio climático. Y también uno de los que más creemos en la necesidad de alcanzar la neutralidad climática en 2050. Europa es, sin duda, una de las regiones del mundo que ha hecho una apuesta más decidida en la lucha contra el cambio climático. Es un camino sin retorno, que involucra a la economía y la sociedad en su conjunto. Es una apuesta por otro modelo de desarrollo económico, donde la sostenibilidad ambiental y la salud y seguridad de los ciudadanos son principio rector. Un camino de renuncias socioeconómicas y con un coste económico elevado. Pero es el camino correcto. No entender esto, es no creer en Europa. Y cada vez deberíamos creer más.