Comienza un nuevo curso académico. Los dos anteriores han resultado especiales, raros, tristes. La enseñanza es presencialidad, contacto, dialogo directo, debate, participación en el aula. La enseñanza on-line ha permitido salvar los cuadros en una situación terrible de pandemia. Y, como se señala, ha venido para quedarse. Pero en la enseñanza, de forma complementaria. Eso al menos creo yo. Las sociedades han atendido a lo inmediato: la salud humana. Era necesario, incontestable. Pero este verano nos hemos dado cuenta de los efectos del cambio climático. En unas y otras regiones del mundo. Nos hemos dado cuenta del proceso que nos va a acompañar a lo largo del presente siglo. Hemos atendido a lo inmediato. Ahora debemos actuar sobre lo próximo que va a ser complicado. Caminamos de forma ineludible hacia un clima menos confortable y más extremo. Un clima con fenómenos contrastados más frecuentes. Un clima que, en unos años, nos molestará, no nos gustará, pero tendremos que convivir con él. Ya lo hemos empezado a hacer. Desde que comenzó este siglo hemos sufrido seis pandemias, de mayo o menor calado e intensidad. Esta última ha sido la más grave. Vendrán nuevas pandemias en el futuro. Así lo señala un reciente estudio de la Universidad de Duke. Todo ello, con un telón de fondo cada vez menos agradable: un clima distinto, difícil.